Un tatuaje. Un post en redes sociales. El uso de una prenda de vestir. El lugar donde naciste. Todas estas cosas, que en democracia podrían ser absolutamente comunes e intrascendentes, en otros contextos puede significar la diferencia entre caer en prisión, ser perseguido o incluso, la diferencia entre la vida o la muerte.
Es una realidad que ha causado muchísimo dolor y también miedo, el terrorismo ha tomado formas innovadoras y ha causado heridas profundas en la humanidad, por ello, es uno de los delitos más fuertemente sancionado. Sin embargo, hay matices dentro de esto que nos hace preguntarnos, ¿quién es realmente un terrorista?
La lucha contra el terrorismo nos une a todos, es absolutamente inaceptable en cualquiera de sus formas y todos estamos de acuerdo en que no hay justificación alguna para el uso de la violencia por motivos políticos, religiosos o ideológicos; sin embargo, hemos escuchado con vehemencia que el Tren de Aragua es la causa de todos los males aparentes en América, de norte a sur; ahora bien, veamos con lupa el uso del recurso narrativo y su impacto en los venezolanos.
Después del 11 de septiembre del 2001 el mundo cambió como lo conocemos debido a un ataque terrorista, desde entonces las heridas siguen abiertas y a su vez, todos los sistemas se robustecieron alrededor de la prevención y lucha contra el terrorismo, que en Latinoamérica ha tomado banderas y métodos distintos, pero igualmente dañinos por el Clan el Golfo, la Mara Salvatrucha o el Cartel de Sinaloa, sin embargo, la reciente designación del Tren de Aragua, la banda de crimen organizado más dañina de origen venezolano, ha sido envuelta como un todo bajo la nacionalidad y no la comisión de delitos, en perjuicio de cientos de miles. El hecho cierto es que la eliminación del TPS (Temporary Protection Status por sus siglas en inglés), así como las nuevas medidas restrictivas en Colombia, Alemania, Chile e Islandia para la protección internacional de venezolanos no tienen justificación en una banda criminal, sino en la estigmatización de una nación entera.
Venezuela representa el Estado fallido más icónico de la historia latinoamericana y a su vez, también originó el mayor éxodo del continente, razón de peso para ver con ojo objetivo lo que separa mito y verdad, con respecto a los venezolanos. En cuanto un discurso xenofóbico aparece, viene relacionado con las tasas de delincuencia, la aparición del Tren de Aragua o las crisis de servicios públicos, ningunas de las cuales representan una realidad completa, pero es mejor ver el asunto con evidencias.
Si analizamos el caso de Perú, uno de los mayores países de acogida de venezolanos, menos del 2% de la data total de registros policiales corresponde a esta nacionalidad, e incluso es menor el porcentaje de los que han sido efectivamente condenados por algún delito.
Si hablamos de números, entonces es lo justo presentar la otra cara de la moneda, ¿vale la pena tener venezolanos en nuestro país? La respuesta sin paliativos es sí. En Colombia, el aporte económico de los venezolanos al país fue de 804,3 millones de dólares para 2023; en Panamá los venezolanos han invertido 1.800 millones de dólares y han creado más de 40.000 puestos de empleo, que benefician mayormente a panameños, con lo que lejos de “quitar empleos”, se generan oportunidades. Estudios similares se han realizado en República Dominicana, Chile, Aruba, Ecuador y Costa Rica; absolutamente todos muestran cifras positivas que se mantienen en ascenso.
Además del crecimiento económico, la integración segura de venezolanos ha significado innovación en diversas áreas, desde los sectores asociados a medicina, petróleo y tecnología, hasta la riqueza cultural, porque lo cierto es que estos países se benefician de una población profesional en la que no hicieron inversión en educación y hoy en día construye país donde quiera que eso sea. Hay venezolanos en la NASA llevando a personas al espacio como Nathaly Quintero, músicos de talla internacional como Gustavo Dudamel, dirigiendo las orquestas del mundo, científicos como Moreica Pabbruwe, innovando en biomedicina desde Australia y grandes empresarios que mueven economía y filantropía con un mismo ímpetu. Ninguna otra diáspora se organizó de manera tan rápida y eficaz como la venezolana, que en Coalición por Venezuela reúne al mayor número de ONG, brindando respuesta directa a varias nacionalidades y a la par, asesorando a la ONU y gobiernos en mejores políticas públicas de integración y protección de derechos humanos.
Así que cada vez que se tomen decisiones o se hagan comentarios sobre los venezolanos en clave de terrorismo, es mejor asegurarse de separar la paja del trigo, ya que el Tren de Aragua no representa a Venezuela y ha de pagar con todo el peso de la ley; pero a también es justo decir que son millones los venezolanos que con tesón, honradez y buen ánimo construyen un nuevo país desde el exilio. www.venamerica.org.
*Presidenta de Coalición por Venezuela, Abogada, especialista en gestión pública IESA, magister en diplomacia y relaciones internacionales por la Universidad de La Rioja. Fellow alumni de Refugees International, asesora del ACNUR y ganadora del McCall-
Pierpaolli Award 2024.
FUENTE: VenAmérica