Con el nombramiento de Mauricio Claver-Carone como enviado especial para Latinoamérica, el Departamento de Estado de EEUU, completa un trío inusualmente enfocado en la región. Claver-Carone se une a Marco RUbio futuro Secretario de Estado, y a Christopher Landau próximo Subsecretario.
Los tres, con experiencia e interés comprobado en Latinoamérica, tienen poca simpatía y aún menos paciencia – por decirlo elegantemente – hacia las autocracias corruptas de la región y sus desvergonzados aliados internacionales. Todavía falta designar al Secretario Adjunto para el Hemisferio Occidental y al Director para el Hemisferio en el Consejo Nacional de Seguridad.
Además, Michael Waltz designado como Consejero de Seguridad Nacional, tiene un historial en la región. En el Congreso, promovió la Ley Bolívar (aunque personalmente no me gusta que se use el nombre del Libertador para estos fines), que busca endurecer las sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro.
Recientemente, Richard Grenell fue nombrado enviado especial para situaciones globales complejas, con énfasis en Norcorea y Venezuela. Este nombramiento subraya el compromiso de Donald Trump de resolver estos retos durante su segunda administración. El contraste con la gestión de Joe Biden es abismal.
Ni Jake Sullivan ni Antony Blinken han mostrado interés en Latinoamérica, una región que parece incomodarles. Sus nombramientos clave – como Juan Sebastián González y Brian Nichols – reflejan esa indiferencia, y los resultados están a la vista: errores en México, Colombia y Venezuela.
Aunque ahora celebran a Javier Milei hicieron todo lo posible por respaldar al continuismo que representaba Sergio Massa. En Venezuela, de cara al 10 de enero – una fecha crucial que cae bajo el mandato de la administración saliente – la falta de acción de Sullivan y Blinken es notable e imperdonable. Han hecho menos del 5% de lo necesario, en comparación con los esfuerzos que desplegaron para garantizar que Bernardo Arévalo asumiera la presidencia en Guatemala.
Mientras fueron valientes contra Giammattei, frente a Maduro y compañía han sido equívocos y cobardes. De salida prefieren ignorar una crisis que consideran secundaria. Sin embargo, no dudarán en adjudicarse el mérito de las elecciones del 28J en Venezuela, atribuyéndolas a su ‘genial negociación’ con Maduro en Doha y Milán.
Esto no es más que descaro e irresponsabilidad. Desde marzo de 2022, cuando enviaron a Juan S. Gónzález y James B. Story a Miraflores, su política hacia Venezuela ha sido un desastre. Ese viaje marcó un desliz fatídico, con la Casa Blanca filtrando al New York Time que buscaban separar a Maduro de Putin.
¿El resultado? Un fracaso monumental. Es lamentable que fechas cruciales para el futuro de Venezuela coincidan con el cierre de una administración gris, que deja la crisis venezolana peor de lo que la encontró. Sin embargo, a partir de las 12:00 PM del 20 de enero, si Nicolás Maduro opta continuar usurpando el poder con el apoyo de militares corruptos, enfrentará a un equipo dispuesto a apoyar sin titubear y sin pausa la epopeya democrática liderada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia y protagonizada por la inmensa mayoría del pueblo venezolano.
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FUENTE: Redacción