A él le gustan las monedas de oro, ya las ha cobrado antes como pago por sus servicios en nuestro país. Es amoral. Hay que serlo para plantarse en el centro penitenciario Helicoide para “impartir una conferencia magistral sobre derechos humanos” a 160 funcionarios que representan uno de los entes torturadores de centenares de venezolanos, a los que además les anunció con orgullo que tendrían su certificado de asistencia. Se trata de la Policía Nacional Bolivariana habitando el centro de torturas más grande del continente, denunciado ante la Corte Penal Internacional.
Juan Carlos Monedero está registrado como vivián de gobiernos corruptos tercermundistas, encarnado en el personaje de asesor estratégico. Al presupuesto venezolano viene exprimiéndolo desde cuando Hugo Chávez le compraba análisis piratas rebosantes de adjetivos destinados a la vanidad de quien firmaba el cheque.
Siempre ha vendido su paso por la Universidad Complutense de Madrid, institución académica cuyos miembros razonablemente se avergüenzan. Que la misión del profesor titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología termine en departir con torturadores no es cosa fácil de tragar para una Academia de ese calibre.
Es un hecho que Monedero no anda con medias tintas. Monedero trabaja para Nicolás Maduro. Es su títere español que, cual monito, brinca, baila, asiste a programas, ataca a los que defienden la democracia, incluidos periodistas, y, en fin, hace daño.
Preparado para la indignación de un país sensibilizado por la situación de más de 1700 presos políticos, califica como disociados a quienes, en medio de la ira, le han preguntado en redes sociales si sintió algo al escuchar los lamentos de los torturados, si llegó a oler la sangre de los heridos no asistidos, o si se interesó por enfermos que languidecen de dolor.
No se podía esperar otra cosa de Monedero para quien este performance resulta en un portentoso empuje para sus finanzas. Una vez más, este personaje se embolsilla fácilmente una buena pasta, se aloja en un magnífico hotel haciendo algo que realmente disfruta: engañar a un mandatario ególatra e inmoral, alimentando su soberbia y haciéndole carantoñas sin importar tener que hacer un rato el ridículo, pegando brincos como le tocó hacer en el cierre de campaña de Maduro. Total, él no vive en Venezuela.
Fue Monedero uno de los que aseguró a Maduro que ganaría por 21 puntos. Es quien repite que el pueblo adora a quien se ha juramentado de manera írrita como presidente después de haber sido vapuleado con los votos del pueblo venezolano en favor de Edmundo González Urrutia.
Juan Carlos Monedero es un descarado. Según él, la realidad cotidiana de los venezolanos es de paz y felicidad.
Estar en ese escenario a Monedero le resulta sencillo: tiene experiencia en timar a los demás. A Venezuela ni se diga. Oficialmente su registro en nuestro país quedó establecido como asesor de Hugo Chávez por el año 2005 cuando captó la narrativa
que podía seducir a la izquierda tercermundista. Actuó con rapidez. A Chávez lo llamó “el único libertador de América Latina”, sabía que en ese entonces la chequera venezolana daba para mucho en la región.
Con velocidad Monedero garantizó asesorías no solo en Venezuela, también para los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Nicaragua, bajo la promesa de la factibilidad de una unidad monetaria en Latinoamérica. Por ese plan farsante, inaplicable, recibió 425 mil euros.
Luego trascendió que Monedero se vio en problemas al ser detectado por inventar una declaración para justificar tal ingreso ya que la empresa que había ideado no tenía empleados ni estructura organizativa. Ya en el 2005 sus pillerías eran del cotilleo social. Es decir, Monedero lleva 20 años viviendo de los ingresos de los venezolanos.
Recuerdo haber leído uno de sus informes solicitado por Maduro a partir del escándalo de Delcygate. Mi fuente, en ese momento del Centro Nacional de Inteligencia de España, me comentó con discreción, y con sorpresa, lo pueril y básico del supuesto “análisis” que Monedero había mandado a Nicolás Maduro. Daba pena. La mitad era un plagio de historiadores locales del siglo XX refiriéndose a los militares, y el resto era una narrativa rosa para seducir el ego de Nicolás. Llegué a pensar que era una broma. En mi vida he leído una piratería que supere dicho informe. Me dio vergüenza con mi fuente. Era evidente, y es evidente, que además de ser un pillo de siete suelas es un ser que desprecia a los venezolanos y que se aprovecha de que quien está en el poder es un tirano a quien nada le importa que el pueblo se muera de hambre con tal de leer ideas que edulcoren su engreimiento.
Así de fácil se embolsilla su platica Monedero.
Miserable.