La inteligencia artificial (IA) avanza a una velocidad vertiginosa, pero su distribución no será ni equitativa ni meritocrática. En este nuevo orden tecnológico, no siempre gana quien tiene el mejor modelo, el más eficiente o el más económico. Gana quien tiene las llaves: las relaciones. En particular, las relaciones con el poder, ya sea estatal o corporativo. Palantir es el caso paradigmático. Su tecnología no destaca por ser la más abierta ni la más accesible. Tampoco compite en precios bajos. Pero tiene lo que nadie más tiene: vínculos consolidados con el corazón del aparato de seguridad estadounidense. Esa es la ventaja decisiva.
Un ejemplo concreto es el contrato que Palantir firmó recientemente con ICE, la policía migratoria estadounidense, por $30 millones de dólares para desarrollar ImmigrationOS, una plataforma diseñada para rastrear en tiempo real la auto-deportación de inmigrantes y priorizar acciones de detención y deportación, en especial para quienes excedieron sus visas o tienen antecedentes criminales. Este sistema no es un salto tecnológico respecto a lo ya existente en el mercado. Su diferenciador es el respaldo institucional: Palantir trabaja con ICE desde 2011, y su integración con agencias como el FBI, el Ejército, la Fuerza Aérea, la Marina y las agencias impositivas, la convierte en el proveedor “inevitable”. ICE justificó el contrato con ese argumento: Palantir es la única capaz de cumplir los plazos, no porque sea técnicamente insustituible, sino porque ya está dentro.
Este patrón puede repetirse y ampliarse. A medida que la IA se convierte en una herramienta central para el poder —desde la gestión migratoria hasta la vigilancia y la guerra— las relaciones determinarán quién accede a los contratos, quién obtiene los datos y quién se convierte en socio estratégico. En este esquema, las empresas chinas quedan excluidas, incluso si produjeran modelos más baratos. No tendrán acceso ni a los contratos ni a los datos sensibles, y en muchos casos ni siquiera a los insumos tecnológicos fundamentales. La lógica no es económica ni técnica, es geopolítica. Y eso cambia todas las reglas del juego.
Palantir opera, además, con un nivel de secretismo que la distancia del resto de la industria. No compite en las mismas ligas que los grandes modelos abiertos ni rinde cuentas del mismo modo.
Su ventaja es estructural: una red de contratos acumulados con agencias clave, reforzada por la coyuntura política actual, donde la administración Trump apuesta por políticas de deportación masiva y control poblacional, en las que la IA juega un rol instrumental. En este contexto, la tecnología de Palantir no sólo se despliega, se impone. Y con ella, su modelo de negocios: cerrado, gubernamental, estratégico.
Así se definen los favoritos en la carrera de la IA. No por su código, sino por sus contactos. No por su eficiencia, sino por su alineación. Y no por su innovación, sino por su utilidad política. Es un recordatorio de que en las tecnologías emergentes, como en la historia, el poder se reparte menos por mérito que por proximidad. La IA no será la excepción. Será, más bien, la confirmación.
Las cosas como son
Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.