Hace poco leí cómo los estudiantes serbios han adoptado con éxito, ingeniosos métodos de protestas exigiendo un cambio de gobierno. Ya lograron, por ejemplo, la renuncia del primer ministro Milos Vucevic, y van tras la dimisión del presidente, Aleksandar Vucic.
Marchas de larga distancia, bloqueos de puentes y autopistas, vigilias silenciosas con encendido de luces han logrado llamar la atención dentro y fuera del país en procura de promover un cambio profundo en el sistema político serbio para una mayor transparencia y justicia.
Algunas circunstancias son inéditas, como que, a diferencia de la Primavera Árabe, todo ha ocurrido bajo un extraño vacío informativo incluso en redes sociales donde el gobierno, igual que en Venezuela, financia con mucho dinero la publicación de fakenews para torcer la verdad, extender el discurso de odio y destruir la reputación de opositores. Los jóvenes han decidido comunicarse solo en persona y a través de aplicaciones encriptadas que consideran confiables.
Sin embargo, las protestas han ido sumando adeptos vertiginosamente.
Esta esperanzadora lucha contra un gobierno alejado de la democracia como lo es Serbia lleva a pensar en nuestra realidad. Pregunto: ¿Cómo podemos convertir la abstención en un acto de resistencia? ¿Cómo hacemos para obligar al régimen a pagar un alto costo político por imponer un fraudulento proceso electoral?
Estamos claros en que un gran porcentaje no quiere votar. Pero abstenerse solamente, no funciona como protesta. Todos los venezolanos sabemos que Nicolás Maduro fue derrotado de manera aplastante el pasado 28 de julio y sabemos que repetirá la trampa con unos resultados arreglados, incluidos los nombres de opositores que serán declarados ganadores tratando de dar legitimidad al proceso.
Es una elección para la que ni siquiera ha sido activada la website del CNE donde se debe informar del registro electoral.
Otras preguntas: ¿Cómo hacer política en medio de tanta adversidad, con activistas, miembros de mesa, periodistas, políticos presos y torturados? ¿Cómo olvidar los muertos luego del 28J? ¿Cómo evitar que la desesperanza paralice la lucha? ¿Cómo impedir la división con líderes opositores que militan en el voto? ¿Cómo reforzar aún más el liderazgo de María Corina Machado?
Estamos obligados a hacer de esa abstención -que a todas luces se producirá- una acción coordinada de protesta que debe profundizar la deslegitimación del régimen.
Es imprescindible que la abstención genere consecuencias que horaden la dictadura.
La abstención como protesta debe capitalizar un mensaje no solo ante el pueblo venezolano, también se trata de involucrar a la comunidad internacional que en su mayoría ha apoyado el triunfo de Edmundo González Urrutia, o en menor grado ha evadido reconocer los resultados electorales del 28 de julio en los que Maduro se anuncia como ganador.
La abstención obligatoriamente tiene que formar parte de una estrategia de desobediencia civil con protestas que dificulten la operatividad del régimen y que obliguen a llamar la atención de la comunidad internacional.
Desde el 28 de julio Maduro ha logrado imponer el desaliento y el miedo, pero la mayoría de los venezolanos no se ha dejado vencer. Y hay maneras de seguir la lucha.
El día del próximo fraude se deben difundir con astucia los espacios vacíos y la ausencia evidente de votantes.
La supuesta elección tiene que ser deslegitimada contundentemente, incluso por aquellos que hayan decidido lanzar candidaturas. Son ellos los que habrán de obtener información de utilidad contra el proceso.
Opinan los expertos que sería conveniente que esta circunstancia vaya acompañada por huelgas y paros estratégicos porque la crisis de gobernabilidad ha de expresarse de alguna manera.
¿El plan puede avanzar en paralelo con algún tipo de negociación? No sería descartable. Contrario a opiniones adversas, creo que la negociación nos ayudó a materializar la elección presidencial con el proceso previo de elegir a María Corina Machado como candidata de la unidad, que aún con su injusta e ilegal inhabilitación, se consolidó como la líder indiscutible del proceso que además de reactivar la esperanza de un país, garantizó la obtención de las pruebas de la derrota del dictador, las valiosas actas sobre las que nadie ha podido rebatir su autenticidad.
También se hace urgente tratar de superar el dolor. Venezuela es un pueblo muy herido, cansado, desalentado, desesperado por vengar su desgracia y que, en la reacción inmediata de disparar desde la cintura, culpa a sus propios líderes que han arriesgado su libertad convirtiéndolos en enemigos. No más lideres opositores destruidos por nosotros mismos.