Venezuela un país con un gigantesco territorio pletórico de recursos y de gente buena, padece una carestía de alimentos, medicinas y de elementales servicios públicos, pero lo más patético es que el país se ha quedado rezagado de la creatividad necesaria para enfrentar los retos que representan los nuevos paradigmas de la civilización, ya que la casta de inútiles en el poder, en alianza con militares y el crimen organizado lo ha hecho retroceder a etapas primitivas. En este presente desacertado y dramático, la tarea impostergable en la transición a la democracia, aparte de atender la crisis humanitaria, recuperar la política y la voz crítica de ideas, será la de repotenciar la cultura y las artes, con la participación de mentes lúcidas que decidan corregir el rumbo incierto mediante el establecimiento de nuevas reglas de juego para salir del cul-de-sac donde nos han conducido.
La inversión en cultura y artes es el camino hacia la prosperidad de cualquier sociedad. Sin entrar a analizar las poderosas economías de pequeños países sin petróleo ni fuentes de energía, pero surgidas gracias a la inversión en conocimiento, otros países se nutren de nichos económicos relacionados con la cultura y las artes a sabiendas de que son poderosos motores de sus economías y contribuyen a su imagen y posicionamiento mundial. Veamos a continuación algunos ejemplos recientes. En París, el museo del Louvre recibió en 2024 a 8.7 millones de visitantes. El estudio, realizado por el Centro de Economía de la Sorbona (CES), revela que el museo genera entre 600 y 1.000 millones de euros de ingresos al año. España es otro ejemplo de cómo el arte y la cultura representan una parte importante de su desarrollo. El Museo del Prado en Madrid, recibió 3.241.263 visitas en 2024, sin contar las exposiciones en provincia que alcanzan la cifra de afluencia de 96.287 personas. Por otro lado, el proyecto online del Museo Nacional del Prado, con más de 430 millones de seguidores en redes sociales, aporta en el ámbito de la economía y empleo en España, unos 745 millones de euros. Esto significa que el sector cultural y artístico español es tomado muy en serio, ya que emplea a 700.000 personas y representa el 3,3% del Producto Interior Bruto (PIB) español.
Las industrias creativas en Estados Unidos están abriendo nuevas oportunidades gracias a la tecnología, generando 5.2 millones de empleos en 2022. En 2023, el año más reciente para el que se dispone de datos, las artes y la cultura volvieron a superar su valor añadido anual a la economía estadounidense con 1,2 trillones de dólares, lo que representa el 4,2% del PIB de la nación. Más allá de sus contribuciones al PIB, el sector de las artes ha producido un creciente superávit comercial para los EE. UU. En 2023, el valor total de las exportaciones de artes de esta nación fue de 37 mil millones de dólares. (U.S. National Endowment for the Arts, 2025).
A las cifras anteriores hay que añadir la importancia que representa el mercado global del arte que en 2024 facturó 57.500 millones de dólares (Art Basel/UBS).
Después de este breve recuento de cómo en las democracias liberales donde impera la economía de mercado el acontecer artístico contribuye a sus economías, nos damos cuenta de que Venezuela se ha quedado rezagada de esta dinámica global, en contraste con la intensa actividad cultural y artística del país durante el período democrático, cuando Venezuela era reseñada en la mayoría de los medios internacionales como un dinámico polo artístico y cultural de importancia mundial (hoy solo aparece en las páginas rojas).
Después de 26 años a la deriva, sin objetivos de desarrollo, destruyendo la cadena ecológica de la democracia y sus valores culturales, el país ha desaparecido del escenario artístico global. Una de las tareas impostergables de la transición será la de reposicionar la cultura y sus manifestaciones artísticas como bienes de primera necesidad esenciales para la supervivencia de las personas, ya que ambas son alimentos para el espíritu y la mente, necesarias para el pleno ejercicio de la libertad. Para lograr eso, necesitaremos visionarios como lo fueron Carlos Raúl Villanueva, Juan Liscano, Simón Alberto Consalvi, Sofía Imbert y tantas otras mentes brillantes que existen en Venezuela, que harán posible la resurrección de la cultura y las artes, generadores de progreso.
Se necesitan estadistas y visionarios para el renacimiento cultural
En la historia de otros países también han ocurrido hecatombes sociales y económicas. Resulta interesante evocar a Franklin Roosevelt y Winston Churchill, dos estadistas que estuvieron al frente de sus países en medio de dos pavorosas crisis vividas en occidente, como fueron la Gran Depresión (1929-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), con devastadores efectos en todos los órdenes de la vida social. Sin embargo, la visión de Roosevelt contenida en el denominado New Deal (1932) para la reestructuración de la economía y hacer frente al empobrecimiento de millones de norteamericanos, incluyó la dimensión cultural en su plan de reconstrucción como un factor indispensable para el bienestar social. La mayoría de los proyectos fueron ideados por su esposa Eleanor, ligada al mundo cultural y al mecenazgo. Al frente del Brain Trust, un think tank que reunió a intelectuales, pensadores, sociólogos y economistas, Eleanor y su equipo se dedicaron a redactar medidas y programas en medio de un país colapsado. La agencia encargada de aplicarlos recibió el nombre de Works Progress Administration (WPA), responsabilizándola de aplicar los programas culturales para el apoyo de las artes, el teatro, la música y un muy especial proyecto literario y periodístico denominado Federal Writers’ Project, un formidable programa, que dio nacimiento a inusitadas obras de literatura, teatro, música y fotografía, “Cerca de 7.000 autores fueron subvencionados. La idea no era solo proporcionar trabajo a unos intelectuales carentes de ingresos, sino invertir en un proyecto de educación popular dirigido a las multitudes con la finalidad de provocar un sentimiento de identidad, unión y pertenencia a su país. Este programa fue acompañado por un vasto proyecto editorial, instalando imprentas en la mayoría de los estados
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Jesús Soto, Muro óptico. 1951. Foto Ó Guggenheim Bilbao.
Los escritores y fotógrafos que recorrieron esa América empobrecida durante la depresión tales como John Steinbeck, Dorothea Lange y Walker Evans, no solo humanizaron la crisis, sino que con sus testimonios hicieron visibles las desigualdades sociales y raciales que existían en ese momento. Esta encuesta colosal realizada por escritores, periodistas, fotógrafos, compañías de danza, directores de teatro y pintores, nutrió con sus resultados los proyectos de ayuda del Estado a los más necesitados.
Otro coloso político que apoyó la cultura en tiempos de crisis fue Wiston Churchill. Habiendo entrado Inglaterra en el conflicto bélico europeo a raíz de la invasión nazi, el Parlamento Británico le exigió la necesidad de recortar los fondos para las artes con el fin de apoyar el descomunal esfuerzo que exigía la guerra, Churchill se negó y su respuesta fue: “¿Entonces, para qué estamos luchando?”.
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