Los delitos de la dictadura han dejado huellas, algunas indelebles como las de los torturados en prisión etiquetados como terroristas sin derecho a la defensa. La cifra registrada desde el 28 de julio según el Foro Penal es de 1.963 detenidos, 69 de ellos sin cumplir los 18 años, clasificados como adolescentes, término en el que se ampara el fiscal Tarek William Saab para castigarlos como adultos de alta peligrosidad.
Cualquier pena es leve para los responsables de este horror ejecutado, comenzando por Nicolás Maduro que en alocución oficial se arrogó de juez supremo un par de días después de conocer el triunfo de Edmundo González Urrutia. Por fortuna está registrado: “Tenemos dos mil presos capturados y de aquí van para Tocorón y Tocuyito. ¡Máximo castigo” ¡Justicia! Esta vez no va a haber perdón, ¡lo que va a haber es Tocorón!”.
Sus subordinados han cumplido. La represión post28J ha sido implacable. Los venezolanos han constatado que en Miraflores reside un monstruo temible que se burla de los derechos humanos con impunidad, que está dispuesto a aplastar a quien se rebele y a castigar a los responsables visibles de su humillante derrota.
Lo único eficiente que ha hecho Maduro ha sido convertir a Venezuela en un infierno para quienes se atreven a luchar por la democracia y que sueñan con recuperar la libertad.
No hay espacio, ni adjetivos adecuados que expresen el sufrimiento de los venezolanos de bien. También hay mucha impotencia. Haber cumplido con el ejercicio ciudadano de votar, exigir que se respete la voluntad de elegir a González Urrutia como el nuevo presidente, coloca a los venezolanos bajo la etiqueta del peor delito.
Pero algo ha sucedido en las últimas horas que ha llevado a Maduro a tratar de mostrarse benevolente. ¿Piel de cordero para presentarse ante Trump? ¿Reacción a que Lula se ha lavado las manos de los delitos de su vecino? Lo cierto es que Maduro, erigiéndose de nuevo ilegalmente en juez, ordena revisar “y perdonar si hay que perdonar… porque fueron unos días muy locos”.
Son días que no se deben olvidar. Cualquier pena de la legislación venezolana es leve ante los delitos que Maduro y sus subordinados han cometido. Atrocidades llevadas a cabo con perversidad comparable a lo ejecutado por los peores criminales de la historia.
La dictadura venezolana ha ido escalando en el daño infligido. Miles de familias de nuestro país languidecen de angustia, impotencia y dolor temiendo el peor destino para los suyos, rehenes de la tiranía. El caso de los presos políticos, seleccionados en su mayoría para aleccionar a la dirigencia opositora y como factor de persuasión para la población, han perturbado a los organismos internacionales defensores de los derechos humanos. En sus registros está documentado que a todos los detenidos se ha irrespetado el derecho a la defensa; en los procesos se ha impuesto la defensa pública de utilería por lo que todos están viciados de nulidad absoluta. Los lapsos tampoco se han cumplido. Transcurridos casi tres meses y medio, muchos juicios no han comenzado. Todo ocurre vía telemática.
Los guardias de seguridad han conseguido ganancias de la maldad. Las tarifas por no torturar oscilan entre 500 y dos mil dólares. Enviar mensajes, pasar algo de comida o agua también tiene su precio.
Los adolescentes son conminados a declararse culpables y a responsabilizar a María Corina Machado y Edmundo González de haberles pagado 30 dólares para protestar.
Esta situación tiene destrozadas a miles de familias. Hay niños discapacitados presos. Una adolescente de 17 años intentó suicidarse. La imagen de madres de rodillas rogando piedad a los custodios es acompañada por lejanos y potentes gritos de menores aterrorizados. Se ha constatado que varios de ellos han sido víctimas de violencia sexual. Ya perdieron el año escolar acusados por un delito que no entienden.
Las torturas para los adultos se potencian; son tratados como animales salvajes. Incomunicados y enfermos apenas reciben algo de una comida que siempre está en mal estado. Algunos han mordido una pastilla de jabón en la desesperación.
Ahora Tarek William Saab ha anunciado la revisión de algunos casos; eso no lo salvará. No tiene escapatoria, igual que su jefe; la justicia que ha manipulado, la fabricación de detenciones ilícitas siendo Fiscal le tienen reservada una sentencia en la Corte Penal Internacional.
El propósito de la tiranía es doblarle el brazo a más de 70 por ciento del país que quiere que Maduro se vaya. Los presos son el medio disuasivo; la tiranía procura que ellos le agradezcan seguir con vida.
Nadie debe creer al verdugo. Está probado que hace lo que sea para obtener aliento, ganar tiempo y mantenerse en el poder. Su discurso benevolente no engaña. Sin embargo, es útil porque prueba su miedo presente.