A Nicolás Maduro lo sostienen en el poder el delito y el aparato represor. ¿Existe alguna diferencia entre el comportamiento criminal de la élite del régimen y entre las acciones delictivas de El Tren de Aragua? No hay mucho que hurgar para comprender que la sanguinaria banda cuyas fechorías se han extendido fuera de nuestras fronteras minando la seguridad de distintos países del continente son parte de un plan elaborado por la dictadura de Nicolás Maduro y sus secuaces.
Hagamos historia y vayamos a cuando Hugo Chávez ascendió al poder y Fidel Castro lo celebró como la oportunidad de su vida, como de hecho lo fue. Ya sabemos lo que esa tragedia ha significado para los venezolanos.
Recordemos que Fidel Castro siempre contempló al narcotráfico como un instrumento de utilidad para vulnerar la seguridad y propiciar la destrucción de la democracia de Estados Unidos. La distribución de cocaína había estado dentro de los planes del dictador cubano, aunque para avanzar se tropezó con el inconveniente de que el jefe del cártel de Medellín, el colombiano Pablo Escobar, no quería a los comunistas como socios. Ya con Chávez gobernando, las circunstancias cambiaron. Si bien no había producción local de droga, los narcotraficantes contaban con un vasto territorio y con autoridades que se fueron pervirtiendo hasta llegar al amasijo de inmoralidades y de funcionarios delincuentes que rápidamente se incorporaron al delito. He allí el origen del cártel de Los Soles, síntesis de la deformación de las Fuerzas Armadas y de los distintos organismos de seguridad que vienen operando en conjunto con las instituciones regionales y un nuevo empresariado opíparamente abultado de ingresos.
Ese escenario ha sazonado el caldo del Tren de Aragua y de otras bandas delictivas que nacieron en cárceles venezolanas y que ahora con la complicidad oficial operan en distintas regiones del país con la evidencia suficiente de que tienen células activadas en Estados Unidos, Chile, Perú, México, Colombia y Brasil.
Es una vergüenza dolorosa para los venezolanos y una tragedia para quienes además del padecimiento de verse obligados a migrar a otros países tienen que verse estigmatizados, imposibilitados de integrarse, sufriendo el desprecio de tener injustamente tatuado el calificativo de criminales.
Pero el objetivo de Maduro y sus secuaces va más allá. El plan fundamental es lograr que esa instalación de redes que delinquen en distintos países se ajuste como una maquinaria que bien engranada les genere fondos inconmensurables.
Todos estos hechos los expertos los suman a la hipótesis de que el régimen estaría usando al Tren de Aragua como herramienta para sembrar caos y ejercer control en diversas regiones.
Hasta hace poco la estructura de actividades delictivas del Tren de Aragua venía operando en sociedad con la élite de Miraflores para negocios locales como el control sobre zonas del Arco Minero del Orinoco utilizando la violencia para mantener su dominio extrayendo oro ilegal que era entregarlo a las altas figuras del régimen para sus cuentas personales; otra parte procuraba ingresos para sortear las sanciones. Los miembros de la banda también le han servido al narcotráfico, y lo más ruin: explotan las rutas migratorias de venezolanos que huyen hacia países como Colombia, Chile y Perú de donde obtienen jugosos ingresos con esquemas de extorsión, secuestros y explotación sexual. También interfieren en las remesas sacando grandes ganancias.
Pero el poder máximo Maduro se lo otorgó al Tren de Aragua para sofocar la disidencia cuando junto a otros grupos criminales lideraron las acciones represivas ejecutadas en días posteriores al 28 de julio llegando al colmo de dar instrucciones a efectivos policiales y miembros de la Fuerza Armada.
En cuanto a Estados Unidos las alarmas se han activado finalmente luego de que varios asaltos y movimientos temerarios alarmaron a los organismos de inteligencia cuando uno de los miembros del Tren de Aragua fue detenido en el patio trasero de la residencia de Donald Trump en Palm Beach. Ese hecho se sumó a muchos otros en ese país. Se sabe que los federales han iniciado más de 100 averiguaciones en las que han detectado lavado de dinero, robos, trata de personas, y crímenes violentos en varias ciudades, incluyendo Miami y Nueva York. También, recientemente en Utah miembros de la banda estuvieron involucrados en agresiones, tiroteos y explotación sexual en Salt Lake City.
En tanto Latinoamérica, se ha probado tráfico de armas y drogas en Colombia, Perú y Brasil.
El grupo criminal es insaciable en actividades delictivas, encabezando el sello sanguinario e incursionando en acciones terroristas. En Chile, por ejemplo, ya hay registros de células como las que actuaron en el asesinato del teniente del Ejército Ronald Ojeda Moreno, refugiado político, secuestrado en su apartamento en Santiago el 21 de marzo pasado por individuos que se hicieron pasar por policías chilenos. Diez días después su cuerpo fue encontrado enterrado bajo cemento. En otro caso los miembros del Tren de Aragua se han visto involucrados en el intento de ejecutar acciones para hacer explotar un coche bomba en uno de los juzgados que procesaría a uno de sus integrantes.
Es urgente que el mundo democrático entienda que los países libres no están a salvo mientras Maduro se mantenga con el control del gobierno.