Hezbolá es un grupo político y militar con base en el Líbano que estableció un sistema financiero complejo y diversificado. Este le permite financiar tanto sus operaciones militares como sus actividades sociales y políticas. El sistema combina apoyo estatal, donaciones privadas, actividades ilícitas y una red financiera interna que evolucionó para adaptarse a sanciones internacionales y presiones externas. Para entender cómo opera y se financia este grupo, es necesario explorar las múltiples fuentes de ingreso y la forma en que estos recursos se distribuyen.
Desde su creación en 1982, Hezbolá contó con el respaldo financiero y militar de Irán, su principal patrocinador. En las décadas de 1980 y 1990, Irán proporcionaba entre 100 y $\200 millones de dólares anuales al grupo. Aunque las sanciones internacionales y los problemas económicos internos redujeron la capacidad iraní de financiamiento, las cifras recientes sugieren que el apoyo iraní alcanza hasta 700 millones de dólares anuales. Este dinero respalda la red de servicios sociales y políticos en el Líbano, consolidando la influencia de este grupo armado en la región. Además de Irán, Siria jugó un papel clave como facilitador logístico, permitiendo el tránsito de armas y suministros hacia el grupo.
Otra fuente importante de ingresos proviene de donaciones privadas, especialmente de la diáspora libanesa en África Occidental y América Latina. Estas comunidades, en particular la chiita, contribuyeron a través de donaciones y actividades comerciales. Sin embargo, el financiamiento de Hezbolá no se limita a fuentes legítimas. El grupo también recurre a actividades ilícitas para obtener recursos, como el tráfico de drogas, el contrabando de mercancías, la falsificación de documentos y fraudes con tarjetas de crédito. En América Latina, especialmente en la región de la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, Hezbolá estableció vínculos con cárteles locales, colaborando en el narcotráfico y utilizando redes de lavado de dinero para blanquear los ingresos provenientes de estas actividades.
El presupuesto anual de Hezbolá se estima entre 500 y 1.000 millones de dólares, combinando todas sus fuentes de ingreso. Este dinero se distribuye de manera estratégica para cubrir diversos aspectos de sus operaciones. Entre el 30% y el 40%, se destina a gastos militares, como la compra de armas y municiones. Cerca del 20% se utiliza para entrenar y pagar salarios a sus combatientes, que reciben aproximadamente 500 dólares mensuales. Además, entre el 20% y el 30% de su presupuesto se invierte en infraestructura social, como hospitales, escuelas y servicios comunitarios, mientras que un 10% se dedica a actividades políticas, como campañas y operaciones dentro del Líbano. El restante 10% se utiliza para mantener redes internacionales y apoyar células en el extranjero, incluyendo gastos logísticos y financieros.
En los últimos años, Hezbolá enfrentó una merma en el apoyo financiero externo debido a sanciones internacionales y la presión sobre sus patrocinadores. Como respuesta, el grupo ha diversificado aún más sus fuentes de ingreso, expandiendo sus actividades comerciales en África Occidental y fortaleciendo su presencia en América Latina. Además, desarrolló una estructura financiera interna que incluye al banco Al-Qard Al-Hassan, una institución que opera en las sombras del sistema financiero global. Este banco, con al menos 31 sucursales en el Líbano, maneja grandes cantidades de dinero en efectivo y oro, principalmente provenientes de transferencias iraníes. El dinero se transporta físicamente desde Irán a través de Siria, en maletas llenas de riales que luego se convierten en dólares para financiar sus operaciones.
Al-Qard Al-Hassan no solo actúa como un banco clandestino para Hezbolá, sino que también cumple un papel clave en la reconstrucción y el apoyo social. Después de los ataques israelíes recientes, el banco distribuyó subsidios de vivienda de 12,000 dólares por familia, destinados a alquileres y muebles, como parte de un esfuerzo por garantizar estabilidad y mantener la lealtad de su base de apoyo. Sin embargo, en octubre, Israel llevó a cabo un ataque contra múltiples sucursales de Al-Qard Al-Hassan, destruyendo infraestructuras clave y buscando la paralización de la capacidad financiera del grupo. Estos ataques fueron precedidos por advertencias a los civiles para evacuar las áreas, lo que permitió que muchas vidas fueran salvadas. Según informes, las sucursales atacadas manejaban grandes cantidades de efectivo y oro, esenciales para pagar salarios y adquirir armamento.
A pesar de la destrucción causada por los ataques, Hezbolá demostró su capacidad de recuperación. Aunque varias sucursales del banco quedaron inutilizadas, el grupo mantuvo la operación de Al-Qard Al-Hassan en otras ubicaciones y ofrece servicios financieros a las familias afectadas. Esto incluye la distribución de compensaciones para reparar viviendas e infraestructura, utilizando fondos girados desde Irán. Informes recientes indican que Hezbolá ha intensificado sus esfuerzos para mover dinero a través de rutas alternativas, evitando sanciones y controles internacionales. Además, el grupo ha fortalecido sus redes económicas internas, combinando actividades legales e ilegales para asegurar la continuidad de su financiamiento.
Hezbolá recurrió a medidas adicionales para garantizar su estabilidad económica. Priorizó la conversión rápida de riales iraníes a dólares, utilizando canales clandestinos en Siria, y aumentó la centralización de sus operaciones financieras para evitar futuras interrupciones. La red de escuelas, clínicas y otras instituciones sociales que se benefician de estos fondos sigue en operaciones, aunque bajo mayor presión debido a las sanciones y los ataques israelíes.
El caso de Al-Qard Al-Hassan muestra la capacidad de adaptación del sistema financiero del grupo terrorista. A pesar de los esfuerzos por desmantelar sus redes de financiamiento, utiliza su infraestructura económica y el respaldo constante de Irán para superar los desafíos y mantener su influencia en el Líbano y más allá.
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