La eterna pregunta que cada año se hacen millones de personas vinculadas de una u otra forma a Cuba es: ¿Qué va a pasar en la isla este año? La respuesta va a variar dependiendo del grado de información real sobre Cuba y de sus deseos o expectativas personales. Pero, poniendo a un lado esos factores, vamos a mirar, objetivamente, la realidad cubana para el 2025.
La primera observación va hacia la economía porque es la que rige las principales decisiones políticas. Recordemos la famosa frase acuñada por James Carville en la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992: “Es la economía, estúpido”. Y la economía cubana no podía estar en peores condiciones. Su agricultura está semiabandonada y carente de los recursos indispensables para su funcionamiento. El régimen castrista tiene que importar casi el 90% de lo que consume el país. La base industrial, en iguales o peores condiciones que la agricultura y con un equipamiento obsoleto, ineficiente y pobremente mantenido, al que se le suma una escasez permanente de materias primas, no puede tener otro resultado que una producción industrial escasa y de muy pobre valor que no puede satisfacer siquiera la demanda nacional racionada.
Esto significa que la base productiva de Cuba está destrozada e incapaz de rehacerse bajo la severa crisis que enfrenta el régimen. Las fuentes de ingresos para importar los alimentos que se necesitan han quedado limitadas a la exportación de servicios médicos, la recepción de remesas desde el exterior y el turismo. Esa reorientación económica, que les funcionó durante varios años, se ha erosionado. El negocio de los contratos de servicios médicos se ha visto obstruido y diezmado después de que los Relatores de Derechos Humanos de Naciones Unidas calificaron esos contratos como “trabajo esclavo”. De unos $11,543 millones que recibía anualmente el régimen 8 años atrás, ahora ha quedado reducido a unos $2,000 millones. Las remesas, que 10 años atrás le aportaban al régimen unos $2,500 millones anuales, han bajado a poco más de $80 millones como resultado de la emigración de más de un millón de personas después de las protestas y la represión desatadas a partir del 11 de julio del 2021. Y la caída en la visita de turistas ha sido otro golpe durísimo para la economía del régimen. De los 3.2 millones que esperaba, solo han llegado 1.8 millones que, además, llegaron con un componente menos agradable de turistas rusos que típicamente gastan muy poco.
La expectativa del turismo para el 2025 es mucho más lúgubre. Estados Unidos, Canadá, Alemania, Italia y España, que aportan la abrumadora mayoría de los visitantes, han emitido alertas advirtiendo que en la isla hay falta de electricidad, de agua, de servicios de internet y telefonía, de transportes y una atención médica de emergencia deficitaria, además de un peligro creciente de asaltos por todas las carencias anteriores. El pasado mes de octubre, comienzo de la temporada alta de turismo, la isla solo recibió unos 125 visitantes como evidencia de lo que puede ser la tendencia en el 2025.
Esta dramática situación de falta de ingresos se ve reflejada en las declaraciones de los ministros que frecuentemente van a la televisión para presentar justificaciones a la población por las crecientes escaseces que padecen. Hace solo dos días, la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, dijo: “…la canasta familiar se completa en función de la disponibilidad de recursos que tenga el país. Estamos hoy en el momento más complejo…” (Entiéndase, el más difícil).
La crisis de ingresos se refuerza con la falta de créditos internacionales porque el régimen no ha cumplido con ninguno de los acuerdos de perdón de deudas que varios países le concedieron la década pasada. En el 2021, el régimen castrista le informó al Club de París que no podía hacer los pagos prometidos en el acuerdo que les perdonó $8,500 millones de dólares en el 2016.
El mes pasado, y cansada de esperar por el pago de los autobuses Yutong y los equipos de internet y telefonía celular que Huawei les vendió, China canceló su acuerdo de compra de 400,000 toneladas de azúcar que anualmente le compraba a la isla, aumentando los problemas de ingresos del régimen y empeorando su crédito.
Esta incapacidad de producir e importar alimentos y medicinas ha creado una situación dramática en la isla. La leche, que solo les venden a los niños menores de 7 años, ha sido sustituida con “sirope de piña”. Las medicinas para enfermos crónicos no aparecen.
A la escasez de alimentos y medicinas se une la falta de electricidad que tiene su matriz de problema en la falta de dinero para importar petróleo. Los cortes de electricidad producen cortes en el suministro de agua, y ambas carencias agotan la tolerancia de la población que, en número promedio de 400, sale a protestar a las calles por tanto abuso, convirtiendo la crisis económica en una crisis social.
Y no es solamente la falta de alimentos, medicinas, electricidad y agua lo que atormenta a los cubanos. Es, además: la falta de transportes, de viviendas, los bajos salarios y la inflación. Hay problemas sanitarios muy serios que se traducen en enfermedades transmisibles. La basura se acumula en los solares yermos y hasta en las esquinas de las calles porque el régimen no tiene camiones para recogerla. La basura se pudre y atrae ratas, mosquitos y cucarachas que generan un clima de insalubridad y transmisión de enfermedades. En la última reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular se informó que hay más de 11,000 fosas “de vertimiento” pendientes de limpieza en todo el país. Esas fosas desbordadas echan sus aguas albañales a las calles, creando peste y focos de infección.
El dengue y el oropouche están haciendo estragos en una población que evita ir a los hospitales por temor a contraer peores enfermedades porque no hay medicinas para tratarlas.
El panorama previo a la llegada del 2025 no podía ser más sombrío. De las 8 patanas turcas contratadas para aliviar la falta de electricidad, solo quedan 3. Las demás se marcharon por falta de pagos. Las termoeléctricas sufren constantes roturas debido a sus equipos obsoletos y al pobre mantenimiento que han tenido. No hay dinero para importar petróleo, como no hay dinero para importar alimentos y medicinas, pero Miguel Díaz-Canel continúa asegurando que “no renunciarán al socialismo”.
El 2025 promete ser un año muy duro para el pueblo, donde tendrá que escoger entre continuar soportando las horribles carencias que les han impuesto o salir a las calles para exigir al Partido Comunista su salida del poder que no le pertenece.
Luis Zúñiga
Analista político
Exdiplomático