jueves 6  de  marzo 2025
Opiniòn

Adiós, campeón

Lincoln vivía absolutamente convencido de que Cuba sería libre. Era parte de su agenda, era parte integral de su vida. Era la más noble de las muchas causas que abrazó

Por NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN

“Mi espada y mi aliento están al servicio de Cuba”. Máximo Gómez

Murió Lincoln Diaz Balart, como fiel martiano, su firme compromiso con el deber, “sencilla y llanamente” marcó su vida. Especialmente sus largos años de servicio público, que eran en sí su mayor vocación. Lo caracterizaron la decencia, la firmeza y la compasión. Hombre de inquebrantable fe. Amo a Estados Unidos como el mejor de los americanos, pero nunca desmayo en su amor por la isla que lo vio nacer y toda su vida fue una manera de honrarla. Su muerte es una gran pérdida para el exilio, pero más aún para Cuba, que perdió a uno de sus mejores hijos.

El régimen de Cuba, a quien se enfrentó en infinitas ocasiones, lo definió como “el notorio exponente del lobby anticubano en Estados Unidos”. Agregaron que “arreció el bloqueo” y tuvieron que reconocer que cualquier cambio estaría sujeto a “cambios políticos en la mayor de las Antillas”. Que no es más que tener que validar que codifico el embargo como ley para que no pudieran levantarlo hasta que no fueran liberados los presos políticos en su totalidad. Hasta que no existieran partidos políticos, sindicatos y prensa independiente y, por último, el reclamo de elecciones libres, solo cuando estas condiciones se cumplieran a cabalidad.

Su aliada en el Congreso, Iliana Ros-Lehtinen, dejó claro que el oprimido pueblo de Cuba no contaba con mejor defensor que Lincoln Diaz Balart. El gobernador de la Florida, Ron DeSantis, dijo que el comunismo encontró en él a su mayor enemigo. Es que Lincoln vivía absolutamente convencido de que Cuba sería libre. Era parte de su agenda, era parte integral de su vida. Era la más noble de las muchas causas que abrazó y la que tenía más obstáculos.

Típico de Fidel Castro con sus enemigos, utilizó su aparato propagandístico para intentar descalificarlo. Entre los muchos insultos nos calificaron de batistianos. ¿Qué tuvimos que ver con Batista tú y yo? Me preguntaba, y cuando le conté que de niña, mientras mi padre se recuperaba de un atentado del 26 de julio durante una manifestación universitaria, Batista vino a visitarlo. Yo que felizmente andaba montando a caballo, me interrumpieron mi diversión, me pusieron dos lazos en el cabello y una bata de cintas como a Magdalena, en la cual guardé en un bolsillo una lagartija que le había ganado a mi primo jugando a las bolas, y cuando llegó el presidente, mientras me pusieron a tocar, malamente, una pieza musical en el piano, la lagartija comenzó a salirse del bolsillo de la exquisita vestimenta. Me imagino que Batista fue el único que la vio y calladamente se acercó y la removió con su pañuelo. Lincoln, riéndose, me dijo: Tú te lo mereces más que yo: "A ti por lo menos te salvó el concierto!”.

El valor de la obra de Lincoln en el Congreso de los Estados Unidos es como el poema de Robert Frost, “The road not taken”, el camino no tomado y eso “hizo toda la diferencia” en su vida. Hubiera sido mucho más fácil si no hubiese tenido que hacer lo que hizo por Cuba con tantos riesgos y enemigos en su contra. Se enfrentó valientemente a una dictadura, inclusive a colegas que insistían en servir de apologistas de las atrocidades que se cometen contra nuestro pueblo.

Fue un político accesible, cordial y conocedor de su pueblo. Se supo ganar no solo los votos, sino el cariño de quienes reconocían su liderazgo y dedicación. Como “defensor de los silenciados y oprimidos”, lo recordó su hermano, el congresista Mario Diaz Balart. Para su hijo Daniel, el mayor orgullo es ser hijo de Lincoln Diaz Balart. Su hermano José mostró en la cadena nacional NBC el tributo que hicieron congresistas de la Florida, donde la demócrata Debbie Wasserman Schultz dijo: “Feroz patriota, un faro de luz para la libertad de Cuba y el mundo que siempre puso los principios sobre la política”. Con rostro visiblemente adolorido, concluyó su transmisión: “Por todo eso estaré siempre agradecido a mi hermano”.

El Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, en un comunicado, se refirió a él como un “luchador incansable por la libertad”.

Su esposa Cristina, el gran regalo que Dios le dio, fiel compañera durante más de 50 años, me contó cómo hasta en los últimos momentos fue caballeroso y amable con todos los que lo atendieron. Así muere quien no tiene remordimientos ni nada de que arrepentirse. Durante su enfermedad, cuando la llamaba para no molestarlo y él escuchaba que era yo, decía: “Dile a Nino que aún sigo peleando en el ring”. Así lo recordaré siempre, como un campeón.

Remedios Diaz Oliver, fundadora de US Cuba Democracy PAC donde siempre él estuvo presente, lo consideraba una voz de razón, necesaria para la lucha por una Cuba libre, pero más necesaria aún para la Cuba del futuro.

Solidario siempre, lo demostró cuando, en su victoria como un joven representante en la legislatura de la Florida, se la dedicó a un preso plantado que llevaba 27 años en las mazmorras de Castro, cuando “nadie escuchaba”. Meses después, cuando Roberto Martin Perez se enteró, dijo que ese gesto fue luz que le dio fuerzas para seguir luchando contra la barbarie.

Se nos fue un patriota. Perdió Cuba, como dijo Guillermo Cabrera Infante de esa “triste, infeliz y larga isla”. La que ha “sobrevivido todos los naufragios, pero seguirá ahí bañada por la corriente del golfo: bella y verde”. Así quedarán también el recuerdo, la obra y la poderosa voz de Lincoln Diaz Balart “imperecedera y eterna”.

Adiós, mi campeón, te vamos a extrañar.

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