“El extenso período de tiempo del régimen socialista en el poder de la nación ha dado pruebas irrebatibles e inconfundibles de su mediocridad, fracaso y abuso de poder en todos los campos sapientes. A los cubanos solo le queda parafrasear aquel que crítico a un régimen absolutista y despótico en la Europa de la edad moderna, cuando dijo: ´Demasiado tiempo habéis estado en el cargo, para el poco bien que habéis logrado. Marchaos, os digo, y terminad de una vez. ¡En nombre de Dios, marchaos!´”.
Asimismo continua para reafirmar la repulsión perpetua al régimen de terror cubano, “No es hora de dialogo ni de indulgencia con la dictadura, es hora de desmarcarse por siempre de Castro, sus acólitos y su régimen, y ponerle fin. No hay otra cuestión que plantearse sino aquella que lleve un cambio total y digno hacia la libertad de Cuba”.
Aquellos párrafos son de un artículo mío en el Diario Las Américas, en marzo de 2017, denominado “Cuba quiere libertad, no diálogo con la tiranía”; y quiero compartirlo con Keiht Naughton, articulista de The Hill, quien escribió un excelente artículo titulado: “Cuba, no Panamá, debería ser la máxima prioridad de Trump” (16/01/25).
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Nauhgton define correctamente a la tiranía comunista de Cuba. Demuestra su subversión a la región y sobre todo en Estados Unidos y la depauperación del pueblo cubano por la peor crisis económica en el país y la presencia de un Estado fallido. También expone la imposibilidad de apoyo militar de sus aliados Rusia, Venezuela y Nicaragua. Esta situación la describe así: “La mejor oportunidad es Cuba. En ningún momento de los últimos 65 años del brutal régimen marxista cubano ha estado tan cerca del colapso”.
Keiht promueve el auxilio del Presidente estadounidense y dice: “Trump debería usar su megáfono en las redes sociales para poner de relieve el sufrimiento en Cuba y la complicidad de los izquierdistas en América Latina en el apoyo al régimen”. Y procurar “Derrocar a los cleptócratas cubanos es la oportunidad perfecta para que Trump demuestre al mundo que habla en serio y restablezca la disuasión estadounidense”.
Del mismo modo, propone un ultimato del presidente Trump a la dictadura cubana y expresa que “Si el gobierno cubano no llega a un acuerdo, Trump debería endurecer el embargo” y “desplegar activos militares estadounidenses para impedir que Venezuela o Nicaragua envíen asistencia militar”.
Para lograr aquellos objetivos, “Trump debería presionar con todas sus fuerzas y no ceder. Podría ofrecer a los líderes la opción de una salida segura, y apuesto a que muchos de ellos la aceptarían, en particular si piensan que, de lo contrario, Trump podría expulsarlos por la fuerza”.
Las exigencias para un acuerdo con el régimen tiránico comunista, que enuncia Keith, son las mismas de siempre que prolongan injustamente en el poder a la tiranía castrista. Desde la caída del sistema socialista en la Unión Soviética (URSS, 1991) y Europa Oriental (1989), la cúpula directiva ha tenido muchísimas oportunidades para democratizar al país y liberar y respetar los derechos humanos del pueblo cubano.
De la misma manera, las administraciones de Obama y de Biden le dieron excesivos beneficios financieros, económicos y políticos y la dictadura castrocomunista se puso más arrogante y
belicosa con el aumento del tráfico de personas, de drogas y lavado de dinero a EEUU y el desafío aberrante de los ataques terroristas a los diplomáticos estadounidenses en La Habana, Cuba.
En realidad, un ultimato de igual modo al de Reagan a la URSS, “Señor Gorbachov, derribe usted este muro”, ya no es efectivo ni novedoso. En este momento corresponde un ultimátum al estilo de Moisés a Faraón: “¡Dejar ir a mi pueblo!”. Éste fue un mensaje directo del Dios Bíblico a Moisés. El presidente Trump puede hacer lo mismo, aunque no sea su pueblo, beneficiaría a su nación, la región y al mundo. Además, es un mensaje de libertad, justicia y verdad; principios absolutos de Dios (YHWH).
Si bien la ocupación del Canal de Panamá por China comunista es una de las preocupaciones del presidente Trump; si se soluciona la liberación del pueblo cubano también facilitaría la cuestión del Canal panameño, dado que Cuba comunista tiene sus agentes militares en Panamá desde antes del caudillo general Manuel A. Noriega, quien estuvo en el tráfico de drogas a EEUU bajo la dirección del tirano Fidel Castro; revelar los archivos no publicados de las declaraciones del General en su juicio y prisión en EEUU. Durante aquel tiempo uno de los testaferros de Fidel era la compañía multinacional militar estatal GAESA (Grupo de Administración Empresarial SA), aún radicada en Panamá.
Por supuesto, un embargo completo, en asociación a una cuarentena o bloqueo de la forma que lo hubo a la instauración de los cohetes nucleares soviéticos en Cuba, sugerencias de Keiht en su artículo, acompañado del respaldo solidario y fortalecimiento creativo al pueblo cubano en su movimiento cívico humanitario, aceleraría como fuerza G la liberación del régimen opresor castrocomunista y Cuba sería libre.
Pienso como el articulista de The Hill, Keiht Nauhgton, que “Una Cuba democrática aportaría enormes beneficios económicos y de seguridad y es la oportunidad política e histórica perfecta para Trump. Trump debe preguntarse qué sería más impresionante: ser conocido como el presidente que hizo lo que otros 11 presidentes no pudieron hacer (liberar a Cuba) o el tipo que ahorró unos cuantos dólares en los peajes del canal”.