El pasado domingo 4 de agosto, durante el tradicional rezo del Ángelus, el Papa Francisco se refirió brevemente a la situación en Venezuela, haciendo un llamado a la moderación y al diálogo: “Se hace un llamado sincero a todas las partes para que busquen la verdad y actúen con moderación, eviten cualquier tipo de violencia, resuelvan las disputas mediante el diálogo y se preocupen por el verdadero bien de la población y no por intereses creados”, declaró el pontífice desde su ventana en el Palacio Apostólico.
Palabras más o palabras menos, son las típicas declaraciones circunstanciales que Jorge Mario Bergoglio ha siempre utilizado a lo largo de su pontificado para referirse a la crisis venezolana. Llamados al diálogo o a la oración, sin un mínimo esfuerzo para rechazar la violencia, los asesinatos y la persecución política perpetrada por orden de Nicolás Maduro; ni siquiera para dar una palabra de aliento a los millares de víctimas del régimen.
De hecho, no es de extrañarse que estas palabras hayan sido percibidas como insuficientes e incluso indolentes, especialmente cuando se contrastan con las declaraciones mucho más contundentes que pocos días antes dieron los cardenales Baltazar Porras y Diego Padrón. En un carta pública, los purpurados venezolanos detallaron los acontecimientos vividos en el país a raíz de las elecciones del 28 de julio, calificándolos sin medias tintas como un “golpe de estado construido ad hoc” por el 'gobierno' de Nicolás Maduro.
Además, advirtieron que el régimen buscaría “jugar adelantado” convocando “diálogos” a través de “las iglesias y confesiones religiosas, bajo la premisa de reconocer la proclamación de los resultados por el CNE”, así como de una probable sentencia del TSJ a su favor.
“Eso para nosotros es inadmisible porque sería ignorar el fraude evidente, la usurpación manifiesta, desconocer la soberanía popular inequívocamente expresada, y el consecuente derecho a expresar pacífica, pero decidida y firmemente la legítima protesta”, se lee en el documento.
Entonces, ¿cómo es posible que luego de estas contundentes y claras palabras de los cardenales, el papa insista con los llamados al enésimo diálogo? Pues, ya hemos perdido la cuenta de los diálogos fallidos promovidos por el papa argentino para supuestamente solucionar la crisis venezolana y luego terminar por dar oxígeno al dictador Nicolas Maduro.
Y, por ende, tal posición se repite en las intervenciones diplomáticas del Vaticano: “La Santa Sede retiene que solamente el diálogo y la participación activa y plena de todos los actores políticos implicados en este proceso podría llevar a superar la situación presente y dar testimonio de la convivencia democrática en el País”, dijo monseñor Juan Antonio Cruz Serrano, Observador Permanente de la Santa Sede ante la Organización de los Estados Americanos.
Está claro que la Ciudad del Vaticano es un Estado y como tal tiene derecho a tener su propia posición política en torno a la crisis venezolana, sin embargo, es oportuno recordar que la Santa Sede, como jurisdicción en Roma de la Iglesia Católica, tiene también la responsabilidad de no olvidar su misión profética en la defensa de la verdad, tal y como lo expresaron los cardenales Porras y Padrón.
“Nuestro papel de pastores es, ante todo, defender la verdad, sentirnos pueblo y acompañarlo”, puntualizaron, pues como tales tienen el deber de “denunciar proféticamente, aún a riesgo, las injusticias, y proclamar nuestros principios y valores, acompañando solidaria y pastoralmente al pueblo, tarea nada fácil pero necesaria”.
Además, es importante evidenciar que la valiente posición de los dos cardenales venezolanos es compartida por todo el clero del país. Basta ver las declaraciones públicas de los diferentes prelados para comprobarlo. Por ejemplo, el 01 de agosto, monseñor Oswaldo Enrique Araque Valero, obispo de la Diócesis de Guanare, a través de un comunicado enfatizó la necesidad de vigilancia ciudadana y resistencia pacífica ante la represión, pues “no podemos permitir, por el bien de todos y de nuestras familias, que se nos vulneren nuestros derechos”.
En una carta dirigida a todos los habitantes del Táchira y a las personas de buena voluntad, el 03 de agosta Mons. Moronta expresó su preocupación por la percepción de vulneración de la voluntad popular y recordó que la democracia es “gobierno del pueblo” y no debe ser monopolizada por ninguna facción política.
Luego, durante la Santa Misa del Santo Cristo de la Grita, realizada el pasado 06 de agosto, delante del gobernador Freddy Bernal y de una inmensa población de peregrinos, denunció la persecución de jóvenes que defienden sus derechos: “Entre los jóvenes hay muchos que son perseguidos por defender sus derechos e implementar la justicia. Un verdadero católico no persigue a sus hermanos porque piensen de manera diversa”. Además, en una entrevista con Vatican News, Moronta subrayó la incertidumbre y el sufrimiento del pueblo venezolano, instando a los dirigentes políticos a buscar el bien común y no apropiarse de la democracia.
Por su parte, monseñor Jesús González de Zárate, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), también fue crítico sobre la falta de transparencia del Consejo Nacional Electoral: “El CNE no ha brindado confianza al electorado mostrando las actas y dando en detalle los resultados de la elección”. González de Zárate recalcó la vocación democrática del pueblo venezolano y la necesidad de resolver las diferencias a través de los canales constitucionales y legales.
Y, como si no bastase, la Conferencia Episcopal ha publicado tres comunicados dedicados a las elecciones presidenciales venezolanas, en donde han hecho un reiterado llamado al respeto de la voluntad del pueblo, exhortan al respeto de la dignidad humana y rechazan abiertamente la violencia del gobierno como mecanismo de amedrentamiento de la población.
La diferencia en el tono y el contenido de las declaraciones del Papa y los obispos venezolanos es notable. Mientras los obispos venezolanos abordan de manera directa y enérgica las violaciones de derechos humanos, la represión y el fraude electoral, el Papa Francisco ha optado por una postura más distante y generalizada. Diferencia que no ha pasado desapercibida en la comunidad católica venezolana.
Lo cierto es que en medio de la violencia y las amenazas del régimen, la voz del clero venezolano se alza como un faro de esperanza y resistencia, recordando al mundo que la búsqueda de la verdad y la defensa de los derechos humanos no pueden ser silenciadas ni suavizadas.
“No podemos pasar a ser una Iglesia más del silencio, dejando que el tiempo transcurra en balde. Tenemos que discernir en el Espíritu el momento presente como un kairós y actuar en consecuencia con valentía, al estilo de los apóstoles (cf Libro de los Hechos)”, concluyeron los cardenales.