Un reciente análisis del periodista Andrés Sánchez Braun, publicado en La Razón, plantea una interesante teoría detrás del paquete de aranceles recíprocos anunciado recientemente por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. No se trataría solo de una medida aislada, sino del inicio de un ambicioso plan económico bautizado como el “estrategia Mar-a-Lago”, en inglés, Mar-a-Lago Accord.
Antecedente: Acuerdo Plaza
El nombre, que hace referencia al resort floridano del expresidente, proviene del histórico “Acuerdo Plaza” de 1985, donde varias potencias occidentales pactaron una depreciación coordinada del dólar. En este caso, sin embargo, el plan no es multilateral, sino una estrategia unilateral y de coerción en aras de reordenar el sistema económico global a favor de Estados Unidos.
El pasado 2 de abril, Harvard Kennedy School realizó un grupo de estudio para analizar las raíces del Acuerdo Plaza establecido en septiembre de 1985, y que sería la base de la nueva estrategia de Trump. En este acuerdo, los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales de los países del G-5 (Francia, Alemania, Japón, Reino Unido y Estados Unidos) se reunieron en el Hotel Plaza en la ciudad de Nueva York y anunciaron su postura para actuar conjuntamente en la depreciación del dólar estadounidense.
Este acuerdo es ampliamente reconocido como un ejemplo destacado del liderazgo exitoso de Estados Unidos en temas monetarios internacionales y de cooperación internacional para abordar dichos temas.
Además de estudiar las condiciones que llevaron a este acuerdo en 1985, el contenido del mismo y sus consecuencias, el grupo abordó la replicación del mismo en la actual Administración, y el impacto directo o indirecto de una estrategia similar en la economía estadounidense y global y en la arquitectura económica y financiera internacional.
Del Acuerdo Plaza a la "estrategia Mar-a-Lago"
La idea de que el Acuerdo Plaza sería una inspiración para la actual estrategia fue originalmente sugerida por el influyente economista Zoltan Pozsar en 2024 y más tarde articulada con mayor detalle por Steven Miran, asesor de Trump y nominado para encabezar su Consejo de Asesores Económicos, como detalla Stéphane Renevier en Finimize. Miran indica que la fortaleza del dólar ha sido una de las principales responsables de la decadencia del sector manufacturero de Estados Unidos, al incentivar la deslocalización de fábricas y hacer que los productos importados resulten más competitivos.
Según esta visión, revivir la industria manufacturera —una promesa clave en las campañas de Trump tanto en 2016 como en 2024— requiere una intervención agresiva: la imposición de aranceles masivos, la presión sobre aliados para que compartan el costo de su propia defensa y, en última instancia, una renegociación de la deuda pública estadounidense.
Uno de los objetivos de esta supuesta estrategia es forzar a países aliados a “desdolarizar” sus reservas internacionales y aceptar un canje de bonos del Tesoro por instrumentos financieros de muy largo plazo o sin vencimiento. A cambio, Estados Unidos ofrecería alivios arancelarios y garantías de defensa militar. Quienes se nieguen quedarían expuestos a sanciones comerciales y al retiro del respaldo estratégico estadounidense.
El análisis de Sánchez Braun destaca que aunque este enfoque no ha sido presentado oficialmente por el equipo de Trump, su aplicación práctica comienza a percibirse con las nuevas tarifas anunciadas el 2 de abril, las más elevadas desde principios del siglo XX. Estas medidas, lejos de ser simbólicas, podrían marcar un giro radical en la política económica y exterior de Estados Unidos.
Qué es la "estrategia Mar-a-Lago"
La propuesta de una "estrategia Mar-a-Lago", como explica Torsten Sløk en Apollo Academy, buscaría depreciar estratégicamente el dólar para fomentar las exportaciones, revitalizar el sector manufacturero nacional y aliviar la deuda pública mediante el intercambio de bonos del Tesoro por bonos a 100 años.
Esta estrategia implicaría que EEUU ofrezca acceso a su mercado y garantías de seguridad a regiones como el G7, Medio Oriente y América Latina, a cambio de su colaboración para debilitar el dólar y apoyar el crecimiento industrial estadounidense. Las herramientas clave serían los aranceles —que también aumentan la recaudación fiscal— y la creación de un fondo soberano que adquiera monedas extranjeras para intervenir en los mercados cambiarios.
¿Rediseño del sistema comercial global?
Chris Turner, Padhraic Garvey y Francesco Pesole analizan en ING Bank N.V. los pormenores de este posible rediseño del sistema comercial global por parte de la administración Trump. Como explican, el núcleo de esta "estrategia Mar-a-Lago” es debilitar el dólar mediante un enfoque de presión e incentivos: imponer primero aranceles a los socios comerciales y luego ofrecer reducciones si estos colaboran en depreciar el dólar. Esta propuesta parte del diagnóstico de que el déficit comercial estadounidense no se debe a un gasto fiscal excesivo, sino a un dólar sobrevalorado, sostenido por la fuerte demanda de bonos del Tesoro de EEUU como activo de reserva.
Esta estrategia se concibe como una forma de reequilibrar el comercio global, devolver empleos manufactureros a EEUU, y reducir la dependencia del país respecto a la financiación extranjera. Sin embargo, también se contempla una vía unilateral más agresiva si no se logra el consenso internacional, que podría incluir aplicar tarifas a las tenencias extranjeras de bonos del Tesoro o aumentar las reservas en divisas de EEUU.
A nivel global, este nuevo enfoque podría debilitar el rol del dólar como moneda de reserva, abriendo oportunidades para que el euro gane protagonismo si Europa emite más deuda conjunta y completa su unión de mercados de capitales, subrayan los analistas. Y consideran que las implicaciones financieras son profundas: mayor volatilidad, posible huida de los inversores de los activos estadounidenses y tensiones diplomáticas con aliados clave.
Como explican los autores, aunque algunos consideran este plan una quimera, abril será un momento decisivo, cuando se anuncien tarifas recíprocas que podrían marcar el inicio de esta estrategia. De concretarse la estrategia, podría redefinir el comercio, la seguridad y las finanzas internacionales durante la próxima década.
Preocupación entre economistas
Un artículo de Gillian Tett en el Financial Times analiza esta estrategia similar al famoso Plaza Accord de 1985, donde varias potencias acordaron devaluar el dólar para beneficiar la competitividad industrial estadounidense. Como asegura Tett, Mar-a-Lago Accord busca depreciar el dólar a través de intervenciones financieras, uso agresivo de aranceles y presión diplomática sobre aliados y rivales.
Además, Trump podría dividir a los países en categorías (“verdes”, “amarillos” y “rojos”) para negociar con base en incentivos como protección militar o alivio arancelario a cambio de compromisos financieros. Aunque no está claro si este plan se implementará, la autora refiere que detrás del aparente caos de las decisiones de Trump hay una lógica estratégica que podría significar un rediseño radical del orden económico global.
No obstante, destaca que muchos economistas consideran que esta idea de desafiar la ortodoxia económica actual es disparatada, y que implicaría una recesión inicial e inestabilidad en los mercados.
Esta estrategia plantea interrogantes cruciales: ¿podrá EEUU lograr beneficios a largo plazo sin costos sociales inmediatos?, ¿provocará esto un repunte inflacionario?, y ¿tendrá el resto del mundo suficientes incentivos para adherirse a este nuevo pacto económico global?
Un nuevo panorama económico
Por su parte, Daniel McDowell y David Steinberg opinan en Atlantic Council que la estrategia para reindustrializar Estados Unidos genera interés entre expertos financieros, con una pregunta clave: ¿apoyaría el público estadounidense una medida así? McDowell y Steinberg señalan que las encuestas muestran que muchos estadounidenses respaldan los productos “Hechos en EEUU” y los aranceles contra China, lo que sugiere cierta apertura hacia políticas proteccionistas y favorables a la industria local.
Sin embargo, alertan que debilitar el dólar podría traer consecuencias impopulares como inflación, lo cual iría en contra de las promesas de Trump de reducir precios. Además, una moneda más débil podría hacer menos atractivos los activos en dólares para los inversionistas extranjeros y poner en riesgo el rol del dólar como moneda de reserva mundial, algo que una clara mayoría de estadounidenses —incluyendo votantes de Trump— valora profundamente, agregan los autores. Y plantean que el 72% de los encuestados apoya el papel dominante del dólar, y el 65% se muestra preocupado por una posible pérdida de ese estatus.
Aunque los estadounidenses apoyan el fortalecimiento del comercio y la industria nacional, no están dispuestos a sacrificar el valor ni la hegemonía del dólar. Si bien podrían cambiar de opinión si el plan ofrece resultados tangibles, implementar el Mar-a-Lago Accord requeriría superar una fuerte resistencia política y social.
FUENTE: La Razón / Apollo Academy / ING Bank N.V. / Financial Times / Money & Macro / Atlantic Council / Harvard Kennedy School / Finimize