Mientras, un 63% de los residentes en el país se ve en aprietos para llegar a fin de mes.
La morosidad del pago de las deudas de tarjetas de créditos sigue en ascenso y registra cifras récord, que ha obligado a los bancos a incrementar sus reservas para enfrentar el problema.
Tarjetas de crédito
En los primeros nueve meses de 2024, los prestamistas de tarjetas de crédito tuvieron que cancelar 46.000 millones de dólares en préstamos, un 50% más que en el año anterior, lo que confirma que el impago de las deudas de este tipo se ha disparado.
La cancelación representa el dinero que los bancos y otros prestamistas saben que no van a recuperar.
Los problemas con las tarjetas de créditos en EEUU se agudizaron desde mediados de 2021, durante la escalada inflacionaria que tuvo su tope en junio de 2022 con el 9,1%, según las cifras oficiales.
No obstante, economistas independientes y algunos centros de estudios económicos en el mundo aseguran que el registro sobrepasó el 11%.
Por su parte, la deuda de los consumidores alcanzó en 2024 los 18.000 millones de dólares; un claro indicativo de que la salud financiera de los estadounidenses no es nada favorable como afirma la administración Biden-Harris, después de crear la peor inflación en las últimas cinco décadas.
Más del 82% de los consumidores en EEUU recurren a las tarjetas de crédito para que sus ingresos les permitan sufragar los gastos fijos mensuales: vivienda (renta o hipoteca), seguros, transporte, combustible, alimentos, educación, electricidad, productos del hogar, etc.
El historial de crédito es un factor importante para que un individuo o familia en EEUU cumplan o avancen hacia sus metas financieras, y en la adquisición de bienes que mejoran sus condiciones de vida.
Según datos de Experian, alrededor de un 25% de los estadounidenses tiene un historial de crédito malo, comparado con un 11% en el 2019, otra de las consecuencias de la gestión económica de la Casa Blanca.
Consumo y estrés financiero
Una de las aseveraciones de los departamentos federales adjuntos al sistema económico y financiero de la nación es que el consumo, a pesar de la alta inflación por más de tres años consecutivos, se mantiene en niveles positivos. Sin embargo, cada vez más ese consumo se sustenta en préstamos, ahorros y sobre todo en tarjetas de crédito.
Otros estudios indican que el optimismo que vende la Casa Blanca no concuerda con la realidad. Grandes y emblemáticas cadenas minoristas, de restaurantes, de farmacias y fabricantes han tenido que cerrar más de una decena de miles de locales debido a la caída del consumo.
Un informe dado a conocer por la compañía de calificación crediticia Moody’s mostró que los estadounidenses tienen en sus tarjetas de crédito un saldo superior a 1,4 billones de dólares en deuda.
Estas alarmantes estadísticas se unen a las tasas de interés promedio de las tarjetas de crédito entre el 21.5% y el 25%, la más alta desde que la Reserva Federal comenzó a rastrear los datos en 1994.
En 2024, las señales significativas de estrés financiero se agudizaron, afirman expertos de VantageScore, uno de los dos principales sistemas de calificación crediticia en el país.
A diferencia de lo que dicen los organismos federales del gobierno actual y la gran prensa de izquierda y de ultraizquierda, los consumidores están abrumados después de casi cuatro años de inflación.
Más del 80% de los estadounidenses, antes de las elecciones presidenciales de noviembre, desaprobaban la gestión económica del gobierno Biden-Harris. De ahí se desprende gran parte del aplastante triunfo electoral de Donald J. Trump y los republicanos el 5 de noviembre.
Con el tercer recorte, ahora la tasa referencial en EEUU se ubica en 4,25%-4,50%, pero sigue siendo muy alta, por lo que el Banco Central prevé sólo dos recortes en 2025.
La economía y las finanzas en EEUU son referencia mundial, por lo cual la decisión supone más bien una respuesta a las presiones de los últimos seis meses de los mercados internacionales para una “cierta apertura” -mesurada- pero apertura al final de mayores inversiones para el país.
El organismo espera que la meta del 2% de inflación se alcance a finales de 2026, pero no será por las medidas de la Fed, sino por las reformas económicas que plantea el nuevo presidente electo Donald J. Trump.
El cambio
La Fed logró controlar la escalada estrepitosa de la inflación, pero no la inflación como tal, a pesar de una prolongada subida de tasas (11 veces) en los últimos dos años y otras medidas.
Los graves errores cometidos por Jerome Powell, el presidente del Banco Central, y Janet Yellen en el Tesoro prosiguen su impacto negativo extendido. Algunos asesores económicos de Trump han recomendado la sustitución de Powell o ponerlo en las sombras hasta que concluya su mandato en 2026. Scott Bessent, está designado para ser el nuevo secretario del Tesoro.
El índice de precios al consumo (IPC) “repuntó” a 2,7% anual en noviembre, de acuerdo con el informe del Departamento de Trabajo de Joe Biden, pero los consumidores estadounidenses no ven ese alivio por ninguna parte, excepto en los precios de la gasolina. Por el contrario, han visto subir más los precios en 2024, en especial en los alimentos, seguros y compraventas de autos y viviendas.
Esta fue la última decisión de política monetaria de la Fed antes de que el presidente Donald Trump asuma la Presidencia el 20 de enero.
Trump propone subidas generalizadas de aranceles y la deportación masiva de millones de ilegales, lo que en un principio puede que suba el gasto, pero antes de que finalice el 2025 las finanzas federales deben comenzar su camino hacia lo racional y el balance económico y financiero correcto.
La agenda de extrema izquierda
Los demócratas, con una agenda de extrema izquierda, dejan el poder en Washington con una deuda pública de 36 billones de dólares por las fallidas políticas económicas, entre ellas un gasto federal excesivo, la impresión sin respaldo de 6 billones (trillions) de dólares en 2021 y un innecesario paquete de 1,9 billones de dólares de “ayudas”, cuando la pandemia de COVID-19 se encontraba ya en franco declive.
En enero de 2021, al salir Trump de la Casa Blanca, la inflación era de apenas 1,4%, gracias a la gestión de su gabinete y su plataforma económica.
Ahora, el propio Trump recibe una economía con más del 80% de sus indicadores en rojo como el déficit fiscal, el déficit comercial, actividad manufacturera en contracción por casi dos años, crisis inmobiliaria con ventas en caída durante casi tres años, inflación del 2,7% (en los libros oficiales, porque en la realidad esa cifra no corresponde).
El consumo (el 70% de economía estadounidense) se encuentra en ralentización desde principios de 2023, los préstamos encarecidos desde mediados de 2022 y una crisis bancaria sin concluir con la amenaza latente de más quiebras de instituciones regionales, después del desplome de 4 grandes bancos; la tasa referencial de la Fed es la peor en más de dos décadas, entre otros indicadores negativos.
Los estadounidenses votaron por un cambio frente a las políticas de ultraizquierda, que además de dilapidar el dinero de los contribuyentes, cercenaron los ingresos anuales de las familias norteamericanas en más de 26.000 dólares y dejaron a millones de compradores sin posibilidades de adquirir una vivienda, parte del llamado “Sueño Americano”.
El nuevo gobierno de Trump tiene por delante el reto de revertir cuatro años de retroceso y aumento de la pobreza. “Tendremos los mejores cuatro años en la historia del país con la puesta en marcha de grandes proyectos. Será la época dorada de la nación; y haremos grande a Estados Unidos otra vez”, prometió el presidente electo en su discurso en la madrugada del 6 de noviembre, tras ganar de forma abrumadora las elecciones generales.
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FUENTE: Con información de AFP.