domingo 13  de  abril 2025
Opinión

¿Y ahora quién va?

En Cuba, el béisbol es mucho más que un deporte. Es símbolo nacional, parte del alma colectiva, una herencia que pasa de generación a generación

Diario las Américas | REYES UREÑA
Por REYES UREÑA

En Cuba, el béisbol es mucho más que un deporte. Es símbolo nacional, parte del alma colectiva, una herencia que pasa de generación a generación. Pero también es un espejo incómodo que refleja las fracturas de un sistema político que ha preferido el control antes que el desarrollo, por los que muchos ven este deporte como una escapatoria de la dictadura castrista, hoy administrada por el monigote de Miguel Díaz-Canel. El Clásico Mundial de Béisbol 2026 vuelve a poner sobre la mesa una pregunta que ya no puede seguir esquivándose: ¿Quién va a representar a Cuba? Y más aún, ¿Quién puede?

Porque en la Cuba de hoy, la pelota se juega con límites ideológicos. No es solo el talento el que define una convocatoria: es la lealtad, el silencio, el pasaporte. La participación en el Clásico de 2023, que incluyó por primera vez a jugadores cubanos activos en Grandes Ligas, pareció un gesto aperturista. Pero fue apenas una excepción táctica, un maquillaje temporal ante la presión popular y los malos resultados de los tres torneos previos en los que la selección de la mayor de las Antillas fue eliminada en segunda ronda.

La realidad es que hay peloteros cubanos brillando en Grandes Ligas que no podrán vestir la camiseta de su país. No porque no quieran —aunque muchos tampoco lo harían—, sino porque el régimen no lo permite. Otros tal vez no sean convocados, aunque tengan el talento, para evitar que deserten en Puerto Rico, donde tendrán la primera etapa del torneo al estar en el pool A con los locales, además de Canadá, Panamá y Colombia.

La dictadura teme lo que no puede controlar. Y eso incluye a sus mejores atletas cuando escapan de su sistema. ¿Cómo construir un equipo competitivo si la prioridad no es la excelencia sino la obediencia? ¿Cómo aspirar al título cuando se le niega la entrada a quienes brillan fuera? No se trata solo de béisbol, se trata de país.

En otros tiempos, la camiseta de Cuba era un orgullo, hoy es una trinchera política. Para algunos jugadores, vestirla es una forma de reconciliación. Para otros, sería una traición a los principios por los que se fueron. Y así está Cuba: con talento de sobra pero divididos por fronteras impuestas por un régimen que teme la libertad más que la derrota.

¿Y ahora quién va? Irán los que permitan ir, pero mientras la pelota siga secuestrada por la ideología, Cuba irá al Clásico con un equipo a medias. Y jugará, como siempre, con un pueblo dividido en las gradas, con el corazón en la mano y la esperanza en el exilio.

¡Recibe las últimas noticias en tus propias manos!

Descarga LA APP

Deja tu comentario

Te puede interesar