La épica madridista, ese factor casi mágico que ha salvado tantas noches europeas, esta vez no apareció. Y no es que el equipo no lo intentara, es que simplemente no podía. El Real Madrid quedó eliminado desde cuartos de final de la Champions League tras un 3-0 en la ida ante el Arsenal, y la remontada —esa que tantas veces ha sido marca registrada— nunca estuvo cerca (1-2). Porque este Madrid, tal como fue concebido, no estaba preparado para la gesta.
El problema no fue el planteamiento puntual del partido de vuelta. El error viene de mucho antes, desde el mercado de invierno, donde el club tuvo la oportunidad de corregir las carencias evidentes que arrastraba desde inicio de temporada y no lo hizo. No llegó un central de jerarquía, ni un refuerzo para el mediocampo que ayudara a cubrir la baja —ya sea presente o futura— de Toni Kroos. No hubo renovación, ni profundidad, ni una lectura realista del presente competitivo.
La defensa, más que una línea, fue una zona de incertidumbre todo el año. Entre lesiones, improvisaciones y falta de automatismos, el Madrid nunca logró encontrar una zaga que transmitiera seguridad. No había coordinación entre los centrales y los laterales, ni cobertura desde el mediocampo. Cada ataque rival era un drama. En Europa, eso es inadmisible.
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El entrenador italiano del Real Madrid, Carlo Ancelotti, sostiene el balón durante el partido de ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones de la UEFA entre el Arsenal y el Real Madrid, en el Emirates Stadium, en Londres, el 8 de abril de 2025.
AFP / Adrian Dennis
Y si miramos el resto del equipo, el panorama no mejora demasiado. Las líneas jugaron partidas, sin conexión ni fluidez. El mediocampo, que alguna vez fue el alma del equipo, hoy depende de individualidades o momentos puntuales. No se construyó una estructura para competirle de tú a tú a los mejores, y lo que quedó fue un equipo que, más allá de su historia, no tenía fútbol para soñar en grande.
El Real Madrid es un club acostumbrado a ganar, pero eso no lo exime de la autocrítica. Esta vez no fue falta de actitud ni de fe. Fue una cuestión de planificación. Porque la épica no se improvisa: se construye desde el mercado, desde el vestuario y desde el sentido común.
Y el final de temporada será igual de gris. Con este mismo equipo roto entre líneas, con esta defensa desordenada y con un fondo físico agotado, también perderán la Copa del Rey y, aunque el Barcelona tropiece, la Liga tampoco estará en manos de los merengues. Porque el Madrid no puede depender solo del escudo, necesita reinventarse y reforzarse.