El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, encabezó la lista de nombres importantes en asistir a la edición número 59 del Super Bowl de la NFL este pasado domingo, en la que los Eagles de Filadelfia sometieron a los Chiefs de Kansas City para alzarse como monarcas del circuito por segunda ocasión.
Trump, un ávido aficionado de los deportes, hasta el punto de haber comprado un equipo profesional de fútbol americano a mediados de la década de 1980, se convirtió en el primer mandatario estadounidense en ejercicio en asistir a un Super Bowl, evento que se ha transformado en un verdadero símbolo de la cultura norteamericana.
La presencia del líder estadounidense fue celebrada por la mayor parte de la afición en el Caesars Superdome de Nueva Orleans, tal como quedó evidenciado con los aplausos recibidos por Trump cuando fue enfocado en las pantallas gigantes del estadio y al momento de hacer acto de presencia en el campo.
Polémico pasado
La NFL está lejos de ser fiel a Trump, sobre todo porque la liga sigue marcada por un doloroso episodio en el que participó el multimillonario republicano.
En 2016, la decisión del quarterback de los 49ers de San Francisco, Colin Kaepernick, de hincar una rodilla en el suelo durante el himno estadounidense en protesta por la violencia policial contra las minorías provocó un terremoto.
Trump se implicó rápidamente en el debate, reclamando la expulsión del jugador, antes de pedir a los propietarios de los clubes en una reunión pública que "despidieran" a cualquier "imbécil" que se manifestara durante el himno.
En la ausencia de sanciones, el jefe de Estado intensificó entonces sus ataques contra esos propietarios y también apuntó al jefe de la liga, Roger Goodell, sin resultado.
Con el despegue del movimiento contra la discriminación racial Black Lives Matter en la primavera boreal de 2020, la crisis se agravó en la NFL.
La liga cedió y anunció que destinaría 250 millones de dólares en 10 años a "combatir el racismo sistémico" y financiar programas educativos y de desarrollo.
Fue una forma de paz social. Las relaciones entre jugadores y directivos se han calmado considerablemente desde entonces.
La decisión de la liga esta semana de dejar de exhibir el lema "Fin al racismo" en ambos extremos del campo durante el Super Bowl fue interpretada por algunos como una concesión a la retórica "antiwoke" que defiende la administración Trump.
Pero Goodell dijo el lunes que la liga seguirá promoviendo la diversidad "porque nos hemos demostrado a nosotros mismos que hace mejor a la NFL".
Incremento de seguridad
En Nueva Orleans, ciudad de unos 350.000 habitantes, se desplegó un imponente dispositivo policial alrededor del evento, que se celebró cinco semanas después del atropello masivo que causó la muerte de 14 personas.
Un veterano del ejército estadounidense, que actuó por lealtad al grupo yihadista Estado Islámico según el FBI, embistió entonces a la multitud que festejaba el Año Nuevo en las calles del turístico Barrio Francés.
Las autoridades calcularon la llegada a Nueva Orleans de unos 100.000 visitantes para este Super Bowl, al que el Departamento de Seguridad Nacional asignó el nivel más alto de riesgo para la seguridad pública.
Tras el anuncio de que Trump diría presente en la magna cita de la NFL, el dispositivo de seguridad previsto se incrementó de forma considerable, pero los organizadores aseguraron previamente que confiaban en que todo se desarrollaría sin inconvenientes.
"Estoy segura de que el lugar más seguro este fin de semana será bajo el paraguas de seguridad que tenemos", manifestó Cathy Lanier, directora de seguridad de la liga, previo a la celebración del Super Bowl.
FUENTE: Con información de AFP