MIAMI.- Tras el receso decembrino por las fiestas y la pausa de principio del nuevo año, el ritmo teatral de Miami se retoma por lo general en febrero, y ese impulso inicial lo marca el Festival del Monólogo que organiza la compañía Havanafama.
La XXIII edición del Festival Latinoamericano del Monólogo “Teatro a una voz” comenzó esta semana con La novia es mi hijo y El remedio
MIAMI.- Tras el receso decembrino por las fiestas y la pausa de principio del nuevo año, el ritmo teatral de Miami se retoma por lo general en febrero, y ese impulso inicial lo marca el Festival del Monólogo que organiza la compañía Havanafama.
Este año ha sido nuevamente así y la XXIII edición del Festival Latinoamericano del Monólogo “Teatro a una voz”, ha comenzado con dos textos procedentes de Nueva York, La novia es mi hijo, escrito por José Antonio Barrios, actuación de Raúl Rivera y dirección de Yorman Ostos, y El remedio, autoría de Julie De Grandy, interpretado por Myriam Amanda y la dirección de Raúl Rivera.
Una de las características del Festival del Monólogo, creado por Juan Roca en Los Ángeles, California, es su condición de evento abierto a autores, actores y directores noveles o profesionales, un concepto que Roca ha defendido en numerosas ocasiones con muy válidos argumentos, pero que de alguna manera repercute en la escena.
El primero de los dos trabajos de la apertura del Festival del Monólogo, por cierto este año por primeras vez fuera de los muros de la sala Havanafama, que lamentablemente cerró sus puertas a finales del 2024, fue La novia es mi hijo, que interpretó Raúl Rivera, un actor y director puertorriqueño que impulsa con su amor y pasión a la escena los Premios Talía que reconocen el talento artístico en la Gran Manzana y de las compañías visitantes que presentan sus obras en Nueva York.
El texto de José Antonio Barrios, que defendió Rivera, es un drama con visos de humor. Un transexual, que antes de su transformación de imagen fue un artista plástico y que arrastra el no haber conocido nunca a su padre, aguarda en un salón la llegada de César, el hombre al que ama y con el que se va a casar.
Mientras espera, inquieto y angustiado por el inesperado retraso de su pareja, repasa algunos momentos de su vida, afirmando en varias ocasiones que nació con un cuerpo equivocado y que nunca tuvo contacto con su padre. De su madre hace pocas referencias, lo que alerta al público que algo importante pasó con su padre, del cual resiente su ausencia constantemente.
El actor vistiendo un traje largo de bodas y ramo de flores en sus manos, también alude a su transexualidad, indicando primero que se operó los pechos y luego que eliminó su atributo natural buscando ser una mujer perfecta.
Su atormentada situación llega a su final, cuando recibe una llamada telefónica de su madre donde le da una noticia desalentadora: no se puede casar con César, pues se trata del hombre que echó de menos durante toda su vida.
Una obra en la que más importante que la misma anécdota, es la lucha de un individuo por defender una identidad con la que se identifica, mientras su vida responde a un género distinto, todo en medio de lo que define como la “libertad rosa, en un mundo azul”.
La obra es en sí misma sencilla, el director Yorman Ostos la presenta con apenas elementos y movimientos inquietos del actor por el escenario, buscando mantener la atención en lo que se va narrando y en un final que se sabe desde el inicio que no será positivo.
El segundo monólogo de la noche, El remedio, tiene créditos muy internacionales: la obra es de la cubana Julie De Grandy, la actuación de la venezolana Myriam Amanda y la dirección del puertorriqueño Raúl Rivera.
El texto se inserta perfectamente en el estilo de De Grandy, que le sabe sacar partido a las relaciones de pareja y maneja muy bien los roles femeninos y masculinos, alcanzando por lo general resultados escénicos efectivos.
Su obra presenta a una mujer que tras haber estado casada por 32 años enviuda y se siente recomenzando, después de haber atendido a Efraín, su esposo, tanto en sus mejores momentos como en la etapa final de una enfermedad degenerativa.
A lo largo de los 35 minutos del monólogo, la mujer dialoga con el espíritu del difunto. Ella dice que no quiere irse, por lo que recurre a métodos de magia y santería para alejarlo, mientras asume una nueva vida muy libertina, cuando abre una página porno en la internet de la que se convierte en estrella.
El trabajo de Myriam Amanda es simpático, en ocasiones introspectivo, intenso, divirtiendo al público que se deja arrastrar por las situaciones y las maneja con cierto histerismo y atormentada, como descubriéndose a sí misma. Myriam es una actriz que sabe dominar la escena y la dirección de Raúl Rivera, fue precisa para lograr el éxito de la obra.
Un buen comienzo para el XXIII Festival del Monólogo, desde la sede de Artefactus Cultural Proyecto, hoy en día la única sala para teatro de autor que queda abierta en Miami. Hacía tiempo que el teatro en Miami no atravesaba una crisis tan fuerte.