Zoé Valdés, su mejor amiga
La memoria de Ramón Unzueta (1962-2012) perdura entre amigos y estudiosos del arte. La reconocida escritora Zoé Valdés, que tuvo una entrañable amistad con él por muchos años, envió a DIARIO LAS AMÉRICAS unas palabras sobre la obra del artista.
“Ramón Unzueta era sensual en la vida como en su obra. La sensualidad era una de sus formas esenciales de pensamiento, de interpretación de la realidad, y de sentir la vida. De ahí que el erotismo ocupara una parte fundamental y, diría que hasta golosa, de su pintura", dijo la multipremiada escritora.
Y agregó: "Hay una suerte de extrema y misteriosa glotonería capital, como un pecado venial, en esa adoración de la fruta como metáfora pura e impura, bumerán del deseo. Pintar la mordida o el beso era, bajo la magia de su pincelada, lamer o chupar la piel porosa o lisa de una masa frutal, de la eréctil semilla, de la porfía de un tronco haciendo eje en la cicatriz abierta del placer. La pintura de Unzueta es la sublimación orgásmica y orgánica del trazado diluido en una mancha seminal de color".
"La sensual melodía de ser", por Gustavo Valdés
La hermana del artista, Enaida Unzueta, compartió con DIARIO LAS AMÉRICAS un artículo escrito por Gustavo Valdés para el capítulo dedicado al erotismo en el libro que hizo sobre la obra de Ramón Unzueta:
Con letras mayúsculas, como Genet escribe el pronombre masculino en su Querelle de Brest al referirse a su protagonista, o cuando Dios es mencionado en la Biblia y demás textos sagrados, es como mejor se puede describir el transcendental cuerpo de obra de Ramón Unzueta, dibujante, pintor... eterno soñador.
En más de tres décadas de años de carrera ascendente, que cesó con su prematura muerte a la edad de 50 años, Unzueta pintó casi todos los temas clásicos de la pintura: desde la iconografía religiosa a escenas de la vida cotidiana; naturaleza muerta y paisajes y su tema más recurrente: mujeres; esas representaciones entrañables y, a menudo oscuras, de mujeres captadas por un artista preocupado tanto con su aspecto exterior como por su ser interior. Las muchas caras de mujeres que revelan al espectador una especie de belleza hundida, profunda.
Esta preferencia de Unzueta por el drama cotidiano queda magníficamente traducido en un cuerpo de obra junto al cual él se adentra en lo sensual, lo sexual y lo homoerótico. Muchas de estas obras las concibió para su propio disfrute y, por tanto, las mantuvo guardadas en su estudio, fuera del alcance del ojo público, y sólo unas pocas de estas piezas fueron mostradas a coleccionistas intrigados, y públicamente vistas en muy pocas e importantes ocasiones. Una de estas veces fue con motivo de una exposición que tuvo lugar en el espacio galería de la conocida librería parisina Les Mots à la Bouche, en el invierno de 2005. Aquí, el artista mostrará una recatada, fantasmagórica serie de dibujos de desnudos masculinos, ejemplos estupendos de su calibre de dibujante, usando únicamente el grafito y la sanguina. Esta serie de obras, concebida sin mayores pretensiones, converge la admiración de Unzueta por la estatuaria clásica antigua con poses que acentúan la relación escala–proporción–profundidad con otras perceptibles influencias de las artes: los dibujos de otro grande, el francés Jean Cocteau. De Cocteau, Unzueta tomará su trazo desinhibido, su libre estilo gestual de representar el cuerpo humano, concretamente, el desnudo masculino.
La pasión de su vida es su cuerpo en reposo —pasión morosa, no exaltante. Inclinado sobre él, se contempla. Como si se mirara con una lupa. Observa minuciosamente los más minúsculos accidentes como el entomólogo las costumbres de los insectos. Pero cuando se mueve, ¡en qué deslumbrante revancha se convierte la delicia de agitar su cuerpo entero! Jean Genet, Querelle de Brest. La pasión de su vida es su cuerpo en reposo —pasión morosa, no exaltante. Inclinado sobre él, se contempla. Como si se mirara con una lupa. Observa minuciosamente los más minúsculos accidentes como el entomólogo las costumbres de los insectos. Pero cuando se mueve, ¡en qué deslumbrante revancha se convierte la delicia de agitar su cuerpo entero! Jean Genet, Querelle de Brest.
El impacto de Cocteau es tangible en la intención narrativa de Unzueta. Si Cocteau hizo uso de su capacidad de transmitir una historia a través de su escritura o su filmografía, en la obra de Unzueta hay, invariablemente, un deseo desmesurado por contar una historia dentro y fuera del marco pictórico. Muchas veces, los títulos enfatizan o adelantan la historia. En el El marinero, su amigo y el intruso, una obra de 2004, un tercer rostro masculino es representado como una segura molestia a los otros dos, quienes están en el umbral de un encuentro sexual fortuito. Estas obras suelen traer a Unzueta más cerca de las intenciones explícitas del estilo narrativo de Cocteau pero también a las de Genet.
El amor de Unzueta por el cine lo convirtió en fanático de la versión cinematográfica de la irreverente novela de Genet, Querelle, llevada a la gran pantalla en 1982 (cuatro años antes de la muerte de Genet) por otro admirado artista, el magistral director de cine alemán Rainer Werner Fassbinder, en lo que sería la última declaración artística de Fassbinder y un clásico y película de culto dentro de su género. Las obras de Unzueta reciclan y reproducen, por ejemplo, el típico reclinado de Querelle, tan bien descrito en palabras por Genet y visualmente por Fassbinder en la película. Querelle, a menudo se reclina sobre un muro o se recuesta a un faro, o cualquier otro símbolo fálico como un poste de luz, y cada vez exuda incontrolable sensualidad y sexualidad. En la obra maestra de Fassbinder, Querelle (encarnado por Brad Davis), parapetado detrás de un pragmatismo superlativo, le responde con otra pregunta, “¿Por qué no?”, al negro que le pregunta por qué le gusta ser follado mientras le penetra. Los hombres de Unzueta proporcionan una abrumadora respuesta a esa obsesión humana de exigir una explicación para todo, incluso en el umbral del clímax sexual. El deseo es divino, por lo tanto, inexplicable, parecen decir los hombres de Unzueta, sus marineros, que bailan al mismo ritmo melódico del deseo. Marineros en papel o lienzo, parte instigadores, parte juguetes, que son también Querelle (innegablemente Genet), parte Cocteau, y, sin duda alguna, parte Unzueta (su arte, él mismo).
De isla en isla, de Cuba a las Islas Canarias, y una vez en suelo español, con idolatría renovada por Lorca, el poeta amado, quien también dibujó sus palabras, sus mundos. Años ya en exilio, visitaría Unzueta, junto a Enaida, su hermana, y su mejor amiga, la novelista Zoé Valdés, los sitios frecuentados por Lorca durante su corta, pero prolífica vida. Nuevos desnudos poblarán ahora las obras de Unzueta, nuevos fantasmas heredados de los poemas de Lorca tan llenos de gitanos, guardias civiles, sublimes criaturas masculinas bañadas por el sol, acariciadas por aguas de ríos, hombres de empinados pechos y nalgas, de hombros y espaldas firmes, potentes entrepiernas. De Lorca, de su poesía y teatro, un renovado sentido de drama, color y brillo ahora aparece en la obra del pintor.
De Cuba pero también de Lorca y España, ahora su país de adopción, llega un exuberante desfile de vírgenes e imágenes religiosas en diversos períodos de su producción artística. Únicamente me referiré a los múltiples “San Sebastianes”, donde Unzueta fusiona amor y dolor, como en la tradicional canción cubana que lleva igual título. La representación más erótica de un santo católico –San Sebastián– debió haber fascinado a Unzueta por permitirle representar aun otra cara de la sensualidad, la sexualidad, el dolor, la violencia y el éxtasis como parte de la conducta sexual humana. Infligir dolor, o ser el destinatario de él, es parte esencial e insustituible de los juegos eróticos, para algunos. El antiguo soldado romano convertido en santo y mártir ha facilitado a artistas a lo largo de los siglos de arte con una imaginería de gran alcance como punto de partida. Unzueta juega con la imagen manipulada de un rubio San Sebastián hasta llegar a otros “Sebastianes” de cuerpos esculturales y morenos, que más que sufrir por las flechas que atraviesan sus cuerpos parecen ser adiosados stripers en alguna ciudad del mundo moderno. Esta desacralización del santo varón reafirma la constante búsqueda del artista por la contemporaneidad dentro de su cuerpo de obra.
Otro ejemplo significativo de ello es una serie de desnudos masculinos que muestran tatuajes al estilo celta o de las islas del Pacífico. El deseo de adornarse con prendas desmontables y joyería es tan antiguo como el hombre mismo. El tatuaje, el arte de adornarse permanentemente la piel con la aplicación de diseños o imágenes, es también una forma de arte y costumbre muy antiguos, y tiene diferentes significados para diferentes personas, según sus culturas y religiones. Una vez rechazado por los prejuicios de las sociedades occidentales, ahora es una práctica popular y floreciente. Las obras referenciadas aquí pueden abordarse como piezas individuales o como una especie de tríptico. He llegado a pensar en ellos como una representación contemporánea del tema clásico de las tres gracias. Tres distintivos tatuajes son dibujados en las tres figuras representadas: dos al frente de sus cuerpos de absoluta desnudez, mientras que un tercero gira su cabeza sobre su hombro para apreciar mejor el diseño “bordado” en la parte inferior de su espalda y que se apoya en voluptuosas nalgas de notable belleza.
Esos privilegiados que conocieron a Unzueta, y esos otros privilegiados que le conocerán a través de su obra, a través de este libro, llegarán al entendimiento de que la vida y la obra de Unzueta es la suma de un gran caudal de experiencia y cultura, y de enfrentarse y abrazar el mundo con un sentido de apertura y libertad que sólo puede lograrse cuando el cuerpo y el alma trascienden lo tangible y alcanzan dimensiones indescriptibles. Ramón Unzueta, el hombre, el artista, se embarcó en un interminable viaje de autodescubrimiento artístico y personal. Un viaje de vida que no siempre le regaló felicidad, y aun así, una y otra vez se repuso y se alzó contra todos los obstáculos, con grandeza, para imponerse como el admirado y respetado artista, para ganar el incondicional amor de quienes le rodearon, y para convertirse en el eterno soñador, el compositor de una música celestial, inherentemente suya. Esa que escuchamos con nuestros oídos y que se confirma en nuestros corazones como la melodía sensual de ser Ramón Unzueta.
Portada del libro sobre la obra de Ramón Unzueta. Cortesía/Enaida Unzueta
Portada del libro sobre la obra de Ramón Unzueta.
Cortesía/Enaida Unzueta
Más sobre la exposición
Durante la Semana del Arte de Miami y oficialmente afiliada a Art Basel Miami Beach 2024, Forbidden Fruit: The Art of Cuban Sexuality (La fruta prohibida: el arte de la sexualidad cubana) es una exposición histórica y revolucionaria en varios aspectos, curada por Antonio Permuy.
Esta es la mayor exposición conocida en el mundo dedicada al arte erótico cubano. Con más de 130 obras y más de 70 artistas, abarca cuatro generaciones a lo largo de más de 90 años, mostrando una gama única de perspectivas individuales y generacionales sobre el erotismo.
Es también la primera exposición de arte cubano realizada en el World Erotic Art Museum (WEAM), ubicado en el Wilzig Museum Building de Miami Beach, en el 1205 de Washington Avenue.
Conceptualmente, Forbidden Fruit está organizada en cinco zonas temáticas distintas, creando una experiencia que lleva al espectador en un viaje y una aventura, animándolos a explorar y descubrir matices en cada sección.
La exposición comienza con “El Jardín”, compuesto por obras serenas llenas de imágenes exuberantes de frutas sugestivas, flores y simbolismos que evocan el paraíso y el Jardín del Edén. “Visiones” introduce piezas más vanguardistas y surrealistas que desafían la categorización. “Club Encuentro” recrea el ambiente de un club o cabaré cubano vintage, anterior a la Revolución, mientras que “Viñetas” presenta obras íntimas y de pequeño formato que son de las más impactantes de la muestra.
La última zona, “La Jungla”, está dominada por obras intensas y a menudo psicológicas, incluyendo piezas de artistas destacados como Wifredo Lam, Servando Cabrera, Manuel Mendive, Roberto Fabelo, Lourdes Gómez Franca, Adriano Nicot y Miguel Fleitas.
Otros artistas significativos presentados incluyen a Ramón Alejandro, Amelia Peláez, René Portocarrero, Víctor Manuel, Mariano Rodríguez, Carlos Enríquez, Ramón Unzueta y el artista pop Carlos Navarro.
En un componente histórico adicional, Forbidden Fruit marca también la última exhibición con la participación activa de dos leyendas pioneras del arte cubano en el exilio: Baruj Salinas y Margarita Cano, quienes fallecieron este año después de seleccionar sus obras para esta exposición.
En total, la colección de la exposición incluye préstamos de reconocidas galerías y colecciones del sur de Florida, como Latin Art Core, Pan American Art Projects, el Kendall Art Center, además de numerosas obras prestadas directamente por artistas y sus herederos.
"Esta es una celebración nueva, emocionante y verdaderamente revolucionaria de un aspecto elemental de la naturaleza humana, visto a través de los ojos de cuatro generaciones de talentosos artistas cubanos", dijo Antonio Permuy.
Y agregó: "Es una exposición que une varios mundos de manera memorable. Fue ensamblada con gran cuidado y matices para ofrecer una experiencia llena de sorpresas, tanto para quienes son nuevos en el arte cubano o erótico, como para los aficionados de cada género. Nos aseguramos de que incluso críticos, curadores y coleccionistas experimentados puedan ver diferentes facetas de nombres ya conocidos, añadiendo así profundidad al conocimiento público de su obra".
"Aunque esta exposición nunca se concibió para ser completamente exhaustiva, sentimos que hemos hecho un buen trabajo al rascar la superficie de lo que existe en este vasto y diverso ámbito del arte sensual y erótico cubano, contribuyendo además históricamente a este género y al arte cubano a nivel internacional", acotó.