domingo 22  de  septiembre 2024
LETRAS

H. M. Martín: "La fe de los pueblos es muy peligrosa para las dictaduras"

Uno de los momentos más sobrecogedores del libro “Martín y la Orden de los Niños Caballeros”, de H. M. Martín, rememora la tragedia del Remolcador 13 de Marzo

Diario las Américas | GRETHEL DELGADO
Por GRETHEL DELGADO

Martín, el protagonista, emprende una travesía a lo largo de la isla en la que vive para llevar miles de cartas a Nuestra Señora de la Caridad. A la Virgen le lleva los pedidos de muchos niños que, como él, buscan reencontrarse con sus padres. Los pequeños, en su camino, deben enfrentar al temido Hombre del Saco, entre otros obstáculos. Les ayudarán varios amigos, humanos y animales, y gracias a los valores de la Iglesia católica sabrán discernir entre el bien y las malas intenciones, en episodios que dejarán al lector muchas lecciones.

En entrevista con Diario Las Américas, H. M. Martín (Honey Montes de Oca Martín), dijo que el motivo para escribir esta historia fue “la mirada triste de los niños en Cuba. Incluso cuando ríen o están jugando, en el fondo tienen una tristeza en los ojos que me rompe el corazón”.

“Cada año, como poco, miles de cubanos abandonan la isla por la crisis política y económica a la que la tiranía de los Castro-Canel ha sometido al país; y a muchos de esos cubanos no les ha quedado otro remedio que dejar sus hijos al cuidado de abuelos, tíos, o, incluso, con un hermano mayor hasta tener los recursos para el reencuentro”, reflexionó la autora, que vive desde hace 25 años en Renania del Norte, Alemania.

Así, se enfocó en el tema de “la infancia sin padres, con todo lo que eso conlleva: pérdida de valores, inseguridad psíquica y emocional”. Pero “fue un reto enorme, porque al tratarse de un libro para niños, debía ser divertido, tener valores, un lenguaje fácil, propio para la edad, y debía ser también, a pesar de lo escabroso del tema, un libro que al cerrarlo les dejara a los más pequeños una sonrisa y un rayo de esperanza”.

H. M. Martín, que dedica el libro a Jane y a Ferrari, sus “pequeños peregrinos”, así como a su madre, su “caballero de armadura brillante”, y a sus amigos, logra que nos deslicemos por una historia en la que no hay límites para la imaginación. La fantasía dicta alocadas escenas que mantienen atrapado al lector.

Sobre el rango de edades de los lectores señaló que a partir de los ocho años pueden leerlo. “Por supuesto, es probable que se les escapen muchos matices, o que no comprendan la profundidad de la historia, como le sería posible a un adulto”, apuntó.

“Creo que los chicos son muy inteligentes y son capaces de ver y valorar, por otra parte, muchísimas cosas que a nosotros, los que somos ya más mayorcitos, se nos ha olvidado. Lo peor de ser adulto es que uno se lo pasa entretenido entre las rutinas y el poco tiempo del que disponemos para soñar”, resaltó.

Valores y familia

El argumento de esta novela permite hablarle a niños y jóvenes de moral, respeto, civismo, justicia y fe. “Ya el mundo no se da cuenta de que reza, la mayoría de la gente cree que solo tiene pensamientos, pero no es así. Desean y piden muchas cosas, algunas imposibles; no obstante sueñan que «algo» las haga realidad. Ese algo milagroso es Dios”, dice el general Fórmico de Macabeos en un momento de la novela.

“La Biblia está llena de historias fascinantes. Creo que Dios, que nos conoce bien y sabe que somos como niños, entendió que nos gustan las historias. Es un modo muy natural de enseñar algo, de trasmitir un mensaje mediante una secuencia de eventos y de cómo estos terminan”, afirmó la escritora.

Y añadió: “Hay mucha sabiduría en sus páginas. Valores como la honradez, la sinceridad, el amor al prójimo, o el respeto y la obediencia a los padres pueden guiarlos, con la gracia de la fe, a encontrar el camino en medio de este mundo, que día a día es más injusto y más absurdo. Una de las primeras columnas que atacó el comunismo en Cuba, fue la Iglesia. Veo lo mismo en Venezuela, con los sacerdotes críticos al régimen, también en Nicaragua, donde la persecución de Ortega ha sido brutal y lo mismo en China. La fe de los pueblos es muy peligrosa para las dictaduras, puede unir mucho y con una fuerza tremenda”.

A lo largo del libro hay numerosas alusiones al daño que hacen los regímenes totalitarios a la sociedad, sobre todo a la familia como núcleo. “También de aquí se han ido muchos; hay familias separadas y niños solos”, dice el padre Oliva en una parte del libro.

Estas menciones, sutiles y tratadas con destreza para no desviar al lector, pueden recordar a muchos cubanos imágenes tan dolorosas como militares irrumpiendo en iglesias, “el miedo en los ojos del pueblo”, los perseguidos por pensar distinto, esos padres que parten al exilio y se separan de sus hijos, familias rotas. “¿Es que acaso no vivimos en la isla como muertos ya?”, pregunta Martín, el protagonista.

Uno de los momentos más sobrecogedores del libro hace referencia a la tragedia del Remolcador 13 de Marzo, embarcación donde 72 personas pretendían huir de la isla en 1994, y que el régimen de Castro hundió, causando 41 muertos, incluidos niños. Aquí hay que destacar la delicadeza de la autora para no caer en lo panfletario y mostrar, por el contrario, una escena que dará profundidad y matices a uno de los personajes, demostrando que no se trata solamente de “buenos y malos”.

En torno a ese episodio, la autora comentó sobre el proceso de investigación: “Como si todo esto no fuese suficiente, me encontré con las víctimas del Remolcador 13 de Marzo. Y digo me encontré, porque hasta que no tuve acceso a la noticia vetada por el régimen en la isla, no conocía este crimen horrendo. Y una vez que has visto las caritas de estos angelitos, no consigues sacártelos del alma. Para ellos, para todos los niños de la isla, es este libro. Siento que se los debía, de alguna manera”.

La imaginación y los barcos

En el libro hay muchos detalles que se conectan con la historia personal de la autora. Como confesó, los recuerdos de su infancia le aportaron matices a la novela.

“Mi generación no tuvo videojuegos y había que inventarse una aventura cada día. Sacábamos provecho de cualquier cosa: el vestido roto de la tía se convertía en un disfraz del Hombre del Saco, las persianas de una ventana rota en espadas de caballeros y así, con todo. Eso sí, la fiesta era cuando llovía: después de bañarnos en el aguacero y de chapotear en cada charco, era el turno de probar el poderío de nuestra flota y de desafiar a los tragantes, así fue como me nombraron mis amigos, capitán de barcos de papel y ‘el mejor marinero’ de las calles. Éramos muy rebeldes, de hecho, casi toda mi clase terminó por huir del país”, subrayó.

Como acotó, “cuando escribía el último capítulo, Las Puertas de Santiago, Cuba entera estaba en las calles. El 11J estuvo liderado por muchos jóvenes y más de uno era todavía un niño. Dolió mucho cuando los reprimieron de aquella manera”.

Puede conocer más sobre la autora en su cuenta de Instagram.

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