lunes 13  de  enero 2025
RESEÑA

"Better Man": usar la máscara para contar la verdad

Basada en la vida del famoso cantante británico Robbie Williams, "Better Man" es un biopic musical que explora el ascenso y caída de su protagonista valiéndose de un mono para contar su historia

Diario las Américas | LUIS BOND
Por LUIS BOND

MIAMI.- Para nadie es un secreto que la fama viene con un precio que hay que pagar. La mieles que trae la visibilidad, el dinero y el poder se contrarrestan con la perdida de privacidad, la crítica descarnada y una necesidad imperiosa de seguir brillando. Tales exigencias crean, hasta en el alma más templada, una inseguridad perenne que intenta compensarse con una adicción al trabajo. En la lucha por tener la aprobación del público, muchos artistas se pierden a sí mismos y con ello la posibilidad de sostener vínculos afectivos o cuidar de su salud; casi como si los factores externos (fans, contratos, conciertos, discos) fuesen los verdaderos dueños de sus vidas.

Por supuesto, entre más jóvenes e inmaduros alcanzan el estrellato, más caótico es el resultado: como darle un cuchillo a un mono, se transforman en un peligro para sí mismos y para su entorno. Es así como carreras exitosas se van degenerando progresivamente al verse en situaciones caóticas donde el abuso de sustancias y excesos de todo tipo están a la orden del día. Sí, esta historia no nos resulta para nada nueva, la hemos visto decenas de veces adaptada en todos los formatos posibles (biopics, documentales, series, musicales, animación, etc) y pareciera que poco o nada se puede inventar al respecto… y es aquí donde Better Man, la nueva película de Michael Gracey, viene a cambiar las reglas del juego.

Inspirada en la vida del cantante británico Robbie Williams, la película retrata su pasión por la música desde la tierna infancia hasta la adultez utilizando un artificio narrativo bastante peculiar: toda la historia es interpretada por un mono generado por CGI. Una decisión que pudiese parecer excéntrica, pero que sirve para exteriorizar cómo se sentía el artista desde muy temprana edad. De hecho, el mismo Robbie Williams nos explica, en primera persona, que se veía a sí mismo como un “mono de feria”: alguien inadecuado, atrapado en satisfacer sus necesidades más básicas y cuyo único valor residía en su talento para poder actuar en tarima.

Este recurso es lo que hace de Better Man una experiencia única en su estilo, permitiendo contar la historia desde la subjetividad de su protagonista, exteriorizando sus miedos y luchas internas, creando secuencias alucinantes que serían imposible llevar a buen puerto con un actor interpretando al cantante. A través de ingeniosos números musicales, mucho humor negro, momentos profundamente emotivos y humanos —sí, protagonizados por un chango—, la película explora el ascenso, caída y renacimiento de Robbie Williams en todas las facetas de su vida (privada, personal y pública) sin dejar nada en el tintero.

Escrita por Simon Gleeson, Oliver Cole y Michael Gracey (quienes se estrenan como guionistas de ficción), Better Man pareciera una historia que conocemos de memoria: un cantante talentoso que viene de orígenes humildes, núcleo familiar disfuncional, ascenso meteórico a la fama a corta edad, vicios e inseguridades que se ocultan detrás de una máscara de egocentrismo, algunos momentos icónicos que los fans pueden reconocer, uno que otro cameo de figuras pop, una relación amor-odio con el protagonista que se embarca en una búsqueda de redención y secuencias musicales que resignifican los temas del artista al ver reflejados en ellos su historia personal. ¿Qué diferencia esta película de Bohemian Rhapsody, Ray, Walk the Line, Elvis o Rocket Man?: que el largometraje está narrado por el mismísimo Robbie Williams (mientras Jonno Davies lo interpreta en forma de mono). Esto dota a Better Man de una cercanía que ningún otro biopic tiene, permitiendo que su protagonista —en el mundo real— reflexione sobre su vida sin filtro, como si estuviese conversando con un amigo. Esta charla, que da el hilo conductor del guion, es el resultado de decenas de entrevistas —realizadas durante meses— que tuvo el director de la cinta con Robbie Williams. Un ejercicio que, más allá de crear la voz en off de la película, sirvió de base para escribir el guion y dar con el “tono” tan particular que tiene la historia (vivo reflejo del cantante: una mezcla entre megalomanía y depresión contada con mucho sarcasmo).

A la par de la voz de Robbie Williams, tenemos el otro pilar que sostiene Better Man: el mono. Algo que lejos de “contrarrestar” la cercanía que la voz en off tiene la potencia. Contar la historia usando este recurso hace que el espectador se centre más en el viaje del cantante en vez de enfocarse en si el actor que lo interpreta se parece o no —que suele ser la típica conversación alrededor de un biopic. Al mismo tiempo, el chango funciona como un receptáculo de proyección donde el público deposita sus angustias y deseos, terminando de humanizarlo muchísimo más y, por ende, generando mayor empatía con su viaje (fenómeno que sucede con cualquier película animada donde seres antropomorfizados nos hacen llorar más de lo que haría cualquier ser humano).

Por su parte, la puesta en escena del mono es una maravilla expresiva que, contra todo pronóstico, nunca pasa el uncanny valley. Los encargados de este prodigio son los genios de Wētã FX (responsables de títulos como The Lord of the Rings, Avatar, Rise of the Planets of the Apes, Justice League, Avengers: Endgame), quienes admiten que Better Man ha sido el proyecto más complicado del estudio por tener que trabajar haciendo motion capture en ambientes reales e impredecibles (este tipo de trabajo suele hacerse en sets completamente controlados). No en vano, Better Man ostenta el título del biopic más caro de la historia (con un presupuesto que sobrepasa los 100 millones de dólares) por la gran cantidad de efectos especiales y prácticos que hay en la película. Un gasto que está más que justificado al ser el chango el alma de la historia.

Por supuesto, una apuesta tan arriesgada solo puede salir bien cuando se tiene a un genio detrás de cámara. Este es el caso de Michael Gracey (The Greatest Showman, uno de los musicales más amados de la modernidad) quien se luce en la dirección creando coreografías increíbles. Gracey logra que la audiencia se sumerja, progresivamente, en su propuesta visual y explota el recurso del mono para saltar de un lugar a otro dentro de la historia personal de Robbie Williams apoyándose en la subjetividad del mundo de fantasías propias del género. Teniendo a su disposición un cast de lujo (compuesto por caras no muy comunes para el público fuera de Inglaterra), el director termina de hacer que todas las dinámicas con el chango se sientan reales, explorando registros dramáticos que parecieran imposibles de crear en una puesta en escena como la que tiene Better Man.

Es así como, a pesar de toda la pirotecnia y música, el público nunca olvida que está asistiendo a la historia de una persona de carne y hueso que ha sufrido todo lo que vemos. En este juego la cinematografía de Erik Wilson (The Double, Paddington) es otra pieza clave, al expresar con la iluminación el estado de ánimo del protagonista, creando en tarima con cientos de personas o en una habitación claustrofóbica escenas íntimas donde la euforia, tristeza y terror se pueden sentir solo con la luz, marcando también la diferencia entre cómo se siente el cantante en contraposición a todo lo que sucede a su alrededor —resaltando su sensación de inadecuación y soledad.

A esto se suma el maravilloso montaje de Lee Smith (1917, Dunkirk, Spectre, Interstellar, Inception), Jeff Groth (Joker, Cherry, War Dogs), Spencer Susser (Hesher) y Martin Connor (Here Out West), un cuarteto que mantiene el ritmo vertiginoso de la carrera de Robbie Williams durante un poco más de dos horas, conservando la atención del espectador entre un número musical y otro sin que se diluya el enganche cuando la historia se acerca al drama. Ellos logran transmitir al público esa sensación de válvula de presión que, progresivamente, va acumulando más y más fuerza hasta el punto de explotar en una vorágine de sexo, drogas, rock n roll y alucinaciones donde, al igual que Robbie Williams, nos cuesta entender qué es real y qué no, cuánto tiempo ha pasado entre un evento y otro o si en algún momento la montaña rusa del caos se va a detener.

A pesar de lo excéntrica que pueda ser para algunos, Better Man es uno de los biopics más originales que se han hecho —y, sin lugar a duda, una maravilla de musical. Si bien es cierto que tener a un mono como protagonista puede alejar a una parte del público, gracias a él la historia puede explorar temas que de otra forma resultarían imposible. Al igual que una obra de teatro, Robbie Williams utiliza una máscara para poder desnudar su alma y contarnos sin reserva los altibajos de su vida y los demonios con los que ha tenido que luchar. Una extraña mezcla entre realidad y ficción que dota a este largometraje de una sinceridad que pocos biopics tienen. Aunque su protagonista es un mono cantante super famoso con una vida caótica, Better Man es una película profundamente humana y explora las angustias que todos tenemos: las ansías

de ser amados, la adicción que genera la aprobación de otros, lo difícil que puede ser perdonar, la imposibilidad que a veces tenemos de pedir ayuda cuando estamos en el foso y lo imperioso que es hacer las paces con nuestro pasado para redimirnos y salir adelante. Sin lecciones morales ni cursilerías, la película nos invita a reflexionar demostrándonos que si un “chango” displicente pudo enmendar sus errores y ser mejor persona, también nosotros podremos hacerlo… a nuestra manera.

Lo mejor: las secuencias musicales increíbles y la dirección de Michael Gracey. La animación del mono es sumamente expresiva y se siente orgánica. Su ritmo atinado entre drama y comedia al son de las canciones de Robbie Williams.

Lo malo: aunque la utilización del recurso del mono está completamente justificada —y bien ejecutada—, el espectador tarda algo de tiempo para acostumbrarse a él y entregarse por completo a la experiencia.

Sobre el autor:

Luis Bond es director, guionista, editor y profesor. Desde el 2010 se dedica a la crítica de cine en web, radio y publicaciones impresas. Es Tomatometer-approved critic en Rotten Tomatoes (https://www.rottentomatoes.com/critics/luis-bond/movies ). Su formación en cine se ha complementado con estudios en Psicología Analítica profunda y Simbología. Es co-host del podcast Axis Mundi donde profundiza en el análisis fílmico, la literatura, la psicología y los lenguaje simbólicos.

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Web: www.luisbond.com

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