Actualmente, no se le atribuye a una sola causa en específico, sino a la combinación de varios factores, entre ellos se encuentran los antecedentes genéticos, la edad de los padres, las incidencias durante el parto, la alimentación o agentes ambientales.
Más allá de las causas que pueden producir esta condición, la especialista resalta la importancia de “entender la concepción” que se tenga del diagnóstico para poder brindar la atención y el apoyo que requiere la persona.
“El neurodesarrollo no es una enfermedad normal, no es algo que se pueda curar, incluso, en casos en los que se requiere algún tipo de medicación (...) La idea es tener nociones de por qué el niño o la persona está teniendo estos comportamientos, pero para apoyarlo”, señala, en conversación con DIARIO LAS AMÉRICAS la psicóloga, miembro de la Cecodap, ONG venezolana dedicada a la promoción y defensa de los derechos de niños y adolescentes.
Señales de alerta
Aunque el autismo suele presentarse de forma única en cada persona, dependiendo del entorno y la crianza, entre otros aspectos, las personas con TEA suelen presentar algunas características fundamentales que permiten identificarlo más fácilmente.
Estas conductas pueden ser una señal para buscar ayuda especializada y, en caso de que esté presente, obtener una detección temprana que permita brindar la atención adecuada.
Entre las señales que pueden encender una luz de alerta para los padres, Fuentes menciona las dificultades en los niños para socializar con sus pares o adultos, bien sea por exceso o por déficit. “No socializo nada, no comparto nada con otras personas, o, por el contrario, lo hago, pero pueden ser interacciones inadecuadas para lo esperado”, explica.
Otro signo de alarma puede ser la dificultad del niño al comunicarse verbalmente o entender los contextos sociales. “Muchos creían que las personas con autismo no tenían empatía, porque de pronto no respondían según el contexto en el que estaban, pero no es que no tienen empatía, es que a veces no logran entender esas claves sociales que otros tenemos y vemos sin necesidad de una explicación”, indica Fuentes.
Las alteraciones a nivel sensorial son otra característica que puede presentar una persona con TEA. “Son niños que rechazan algunos sonidos, texturas o sabores en particular. Si vemos que, de pronto, hay un malestar, que no le gustan sonidos demasiado fuertes, esto también puede ser una señal de alarma por la que es importante buscar apoyo”, agrega.
Los patrones de comportamiento repetitivos, como poner los juguetes de la misma forma y tener intereses muy restringidos, por ejemplo, con los dibujos animados; tener movimientos estereotipados o repetitivos en cuanto a sus manos o piernas, y mostrar inflexibilidad en los patrones de sus rutinas, también pueden ser indicios para consultar a un médico.
“Si una de estas cosas se está presentando, siempre es bueno acudir a un especialista. (...) Si se hace la evaluación y no hay ningún diagnóstico, igual se puede prestar apoyo a ese niño o persona para que pueda mejorar esos aspectos”, resalta.
¿Incremento de los casos de TEA?
En las últimas dos décadas, el TEA ha registrado un incremento significativo en Estados Unidos, al pasar de 1 diagnóstico en cada 150 niños para el año 2000 a 1 en cada 36 niños para 2023, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Este revelador ascenso, de acuerdo con la especialista, puede deberse al avance de la ciencia y a un mayor nivel de concientización en la población. “Ahora se habla mucho del autismo, hay más conocimiento, hay más información y, por supuesto, las pruebas diagnósticas y evaluaciones han ido mejorando en muchos sentidos”, apunta.
Explica, por ejemplo, que antes los padres normalizaban algunas conductas de los niños y no buscaban ayuda a menos que éstas se volvieran “problemáticas”, mientras que hoy en día existe una mayor aceptación en asistir al psicólogo y buscar apoyo ante cualquier inquietud.
Sin embargo, considera que no se debe generalizar, puesto que, por ejemplo, hay niños que al no estar expuestos a ambientes sociales pueden tener menos habilidades de socialización sin necesidad de presentar TEA. “Es importante no tomar algunas conductas de un niño como un diagnóstico. Esto requiere de todo un proceso de evaluación, que es bastante exhaustivo (...) No cualquiera hace este diagnóstico, lo ideal es que sea un diagnóstico multidisciplinario, que el niño sea evaluado por diferentes áreas”, señala.
La evaluación permitirá recolectar la mayor cantidad de información para hacer el diagnóstico e identificar las fortalezas del niño y las áreas en la que pueda necesitar más apoyo. “Con las fortalezas se empiezan a trabajar estos aspectos que, al final, es lo clave y valioso de la evaluación”, añade.
No obstante, recuerda que se habla de un espectro porque existen una “gama de características” que pueden tener los niños con TEA. “Hay tantas clasificaciones de autismo como niños con autismo existen. Cada niño es particular, cada niño tiene su propia historia, una crianza y un contexto”, recalca, al mencionar, además, que en el caso de las niñas la sintomatología “puede ser mucho más sutil”.
Orientación y apoyo
Aclara que la función de los especialistas es brindar orientación y apoyo a las personas con TEA para que puedan desarrollar al máximo sus habilidades y competencias. “Es importante entender que no todas las variantes de autismo son exactamente iguales, no todos van a tener los mismos desafíos”, subraya.
Es por ello, que existen tres niveles de “complejidad” que permiten orientar sobre la cantidad de apoyo que va a necesitar la persona. En el grado 1, la persona requiere poco apoyo; en el grado 2 requiere un apoyo moderado en el trabajo, la escuela o las rutinas diarias; mientras que en el grado 3 el apoyo es mayor, por lo que puede requerir asistencia constante en la mayoría de los aspectos de la vida cotidiana.
“Tenemos que apoyar para que el niño pueda desarrollar todas las habilidades que sean posibles. No todos van a estar en la misma posición y tampoco van a tener la misma evolución, sino que cada caso es bastante único y las intervenciones tienen que ser personalizadas”, precisa.
El diagnóstico y la intervención temprana, sostiene Fuentes, son claves para mejorar la calidad de vida de las personas con TEA, puesto que brinda la oportunidad de que la evolución sea “bastante positiva”.
Aunque el nivel de conocimiento sobre el TEA es mayor, estima que deben realizarse “ajustes pertinentes” desde el Estado en todos los ámbitos sociales, incluido escuelas y servicios de salud, en vista de que el TEA puede coexistir con otras condiciones médicas.
“A pesar de que se habla mucho del autismo, creo que es clave poder generar un cambio real en cuanto a las acciones, a lo que hacemos en nuestro día a día (...) Tenemos un reto por delante, pero cada uno desde su espacio puede ir aportando un granito de arena para que tengamos un mundo que les permita a ellos desarrollarse y tener una vida digna”, enfatiza la especialista.