La violencia, el avasallamiento, el odio, el irrespeto y la indignidad constituyen la estructura de un discurso que arremete a diario contra la construcción de la verdad social, que debe ser el producto del conjunto de subjetividades que la conforman. El que ilegítimamente pretende ser el presidente de los venezolanos, rodeado por sus mentores cubanos, asesores extranjeros, militares y organizaciones criminales, se ha limitado a un mundo de dogmas anacrónicos y conjeturas confusas, de eslóganes, ficciones e ilusiones sin esperanzas de realización, nutridas con un lenguaje de odio y resentimiento, imponiendo los estrechos límites de su visión unilateral al resto de la sociedad. Maduro y sus portavoces, imitando el estilo de su antecesor, pero sin carisma ni talento, utilizan la burla, el cinismo y la humillación como estilo retórico en sus intervenciones onomatopéyicas cargadas de insultos y mentiras. La semana pasada, en un inesperado exabrupto, publicitaron por todos los medios el taller y conferencia magistral sobre Derechos Humanos del politólogo español y miembro del partido socialista Podemos, Juan Carlos Monedero, organizado en el Helicoide, sede de la Gestapo del régimen, lugar que ha sido denunciado por la Misión de Determinación de Hechos de la ONU, como centro de torturas donde los presos políticos sufren crucifixiones, asfixias, colgamientos, descargas eléctricas, bastonazos y violencia sexual. Sin ningún pudor, Monedero destacó la importancia de contar con “filósofos policiales” (Monedero dixit) que reflejan un notable compromiso con la Constitución y los derechos humanos, con el objetivo de consolidar “la paz, la justicia y el derecho”. El cinismo y descaro de la actuación de Monedero habla de la psicopatía política de la dictadura implantada en Venezuela, que esta vez rebasó los límites de la desfachatez, contratando a este personaje del guiñol progre español para tratar de blanquear la imagen de estos despiadados criminales.
thumbnail_El Helicoide, Caracas. Foto/Vía Edgar Cherubini Lecuna
Edificio El Helicoide, sede del SEBIN, en Caracas.
Foto/Vía Edgar Cherubini Lecuna
Sobre la humillación como política de Estado, George Orwell en su libro “1984”, describe la utopía totalitaria del comunismo con la analogía de una nación cayéndose a pedazos, dirigida por un gigantesco y abrumador aparato de propaganda que invade hasta los últimos intersticios de la vida privada del individuo: “Lo que importa ahora es controlar a la mente. La realidad está en el interior de la cabeza. El poder real, el poder por el cual debemos luchar día y noche, no es el poder sobre las cosas, sino sobre los individuos. ¿Cómo aseguramos el poder sobre el individuo? Haciéndole sufrir. La obediencia no basta. El poder es infligir sufrimiento y humillaciones. El poder es destruir el espíritu humano en pedazos que se juntan después bajo nuevos patrones armados por nosotros. ¿Qué clase de mundo estamos creando? Un mundo de temor, miedo, traición, tormento. Un mundo de aplastadores y aplastados, un mundo que a medida que lo afinemos se volverá cada vez más despiadado. El progreso de nuestro mundo será el progreso hacia el sufrimiento, fundado sobre el odio. No habrá otras emociones que el temor, la rabia y la humillación”.
Cualquier parecido de esto último con la realidad venezolana no es simple coincidencia. Nicolás Maduro, suele aparecer bailando salsa en la TV coincidiendo con los momentos de feroz represión y asesinatos de jóvenes que protestan en las calles o prometiendo paz y progreso sobre las ruinas de un país en emergencia humanitaria y una diáspora de ocho millones de ciudadanos huyendo del desastre. Imposible olvidar que, en diciembre de 2015, el mismo día en que negó el indulto navideño a los presos políticos, algunos de ellos moribundos a causa de las torturas, Maduro anunció la creación de la “Misión humanitaria a favor de los perros de la calle” ¿Alguien duda del cinismo? Pero el colmo de la aberración a la que han llegado, digna de publicar en una antología de la humillación como arma política, ha sido la ponencia sobre Derechos Humanos dictada por Monedero a los “filósofos policiales”, psicópatas uniformados que infligen torturas a los disidentes apresados en el Helicoide.
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