El presidente electo de Venezuela, Edmundo González Urrutia, confiesa que la candidatura presidencial lo buscó a él, no al revés. “Nunca estuvo en mis planes ocupar este cargo. Siempre fui un diplomático de carrera, una disciplina que asumí por vocación, aunque mi padre intentó disuadirme. Recuerdo que me decía: ‘Hijo, esa carrera es para los ricos’”. Sin embargo, su formación y su trayectoria lo llevaron, casi de forma natural, a este momento crucial para el país.
Hombre de profundas lecturas y sensibilidad social, González recuerda que los versos de Prosas profanas de Rubén Darío y el cuento de José Rafael Pocaterra sobre la cena del niño Jesús con Panchito Mandefuá marcaron sus años de adolescente. Felino a morir, sigue con devoción los triunfos de los Tigres de Aragua, especialmente los de David Concepción y Miguel Cabrera. Su gusto por el arte, lejos de lo común, combina el universo abstracto de Picasso con el azul infinito de Armando Reverón, a quien considera un “paisajista deslumbrante”.
Es un hombre de familia. Su vida ha estado al lado de su inseparable esposa Mercedes, odontóloga de profesión, con quien ha formado una familia sólida y unida, de la cual se enorgullece al hablar de sus hijas y nietos. Hoy, como abuelo, se le reconoce también por haber recibido el prestigioso Premio Sájarov, un reconocimiento a su compromiso con la libertad y los derechos humanos.
¿De dónde viene Edmundo González?
Soy un producto del ascenso social que impulsó la democracia venezolana. Mi formación es resultado directo del esfuerzo del Estado: desde la primaria hasta mis estudios de posgrado fuera del país. Estudié en instituciones públicas, con profesores que creían en el poder transformador de la educación. Eso marcó en mí un compromiso inquebrantable con la igualdad de oportunidades, especialmente en estos tiempos donde el acceso a la educación ha sido uno de los derechos más golpeados.
¿Qué recuerda de su escuela?
Cursé la primaria en el Grupo Escolar Rubén Darío, en mi ciudad natal, La Victoria, estado Aragua. Lo más inolvidable fue tener a mi madre como maestra en sexto grado. Era estricta, especialmente con las matemáticas y el castellano, pero también nos inculcaba un amor profundo por la historia de Venezuela. Creo que desde entonces entendí la importancia de la educación como base para la justicia social.
¿Hacía activismo político en el liceo?
No podía evitarlo. La política se vivía con intensidad en el Liceo José Félix Ribas. Las elecciones del Centro Estudiantil eran una muestra de las inclinaciones y pasiones de nuestra generación. Participar en esos procesos me ayudó a entender que el debate es esencial para construir consensos, algo que hoy considero indispensable en una Venezuela que necesita reconciliación.
¿Cómo era Ud. de adolescente?
Un joven inquieto, lector y amante del béisbol. Las letras de Rubén Darío me cautivaron desde temprano, y el cuento de Panchito Mandefuá quedó grabado en mi memoria por su mensaje humano. Siempre busqué entender más allá de lo evidente, algo que creo que me ha ayudado en mi carrera diplomática y ahora en la política.
¿Tenía inclinaciones artísticas?
Nunca fui pintor, pero el arte siempre me ha fascinado. Picasso y Reverón me enseñaron a ver la luz y las formas desde perspectivas diferentes, algo que también intento aplicar en la vida: mirar los problemas desde ángulos distintos. Y sobre bailar, bueno, soy venezolano. Echar un pie con los mosaicos de Billo’s o Los Melódicos es parte de nuestra esencia.
¿Cómo terminó siendo diplomático?
Fue una inclinación natural. Estando cerca de graduarme de bachiller, decidí estudiar Relaciones Internacionales en la Universidad Central de Venezuela. Mi padre, con cierta preocupación, me dijo que esa era una carrera para los ricos, pero nunca se opuso a mis deseos. Mi primer cargo lo gané por concurso, y desde entonces he servido como diplomático de carrera.
¿Cómo es esa disciplina?
Tiene profundas gratificaciones. Para mí, la diplomacia es la puerta para construir puentes y resolver conflictos, habilidades que hoy son vitales para liderar una transición. Además es el camino hacia la construcción de relaciones sólidas y pacíficas entre países. Pero también exige sacrificios personales y profesionales.
¿Qué desafíos recuerda?
Muchos. Recuerdo haber trabajado como consejero en la embajada de Venezuela en El Salvador, en plena guerra civil, cuando nuestra sede diplomática era un objetivo de las guerrillas. También fui embajador en Argelia durante su guerra civil, viviendo bajo toque de queda. En Argentina, experimenté el caos político cuando el país tuvo cinco presidentes en 11 días. Cada uno de esos desafíos me preparó para tomar decisiones complejas bajo presión, algo que me da soporte en esta nueva etapa.
¿Se siente preparado para ser presidente?
Mis estudios y mi experiencia me han dado de herramientas para abordar esta tarea monumental. Pero, más que preparación técnica, creo que lo más importante es tener un compromiso profundo con el país, sin intereses personales. Yo no busqué esta candidatura; me encontró a mí. Creo que los momentos difíciles llaman a personas que estén dispuestas a servir, y estoy aquí, respondiendo a ese llamado.
¿Cómo es su relación con María Corina Machado?
María Corina y yo formamos un equipo sólido, basado en valores compartidos y la misma convicción: sacar a Venezuela adelante. Ella es una líder con visión, determinación y coraje, y juntos representamos el equilibrio necesario entre experiencia y firmeza para liderar este proceso de transición. Somos diferentes en muchos aspectos, pero eso nos hace más fuertes como equipo."
¿Están los venezolanos listos para una transición?
Sin duda. La transición será el punto de partida para que Venezuela renazca. Ese es mi rol. No se trata solo de cambiar de gobierno, sino de transformar la manera en que se gobierna, con instituciones transparentes y eficientes. Este proceso no será fácil ni inmediato, pero estoy convencido de que los venezolanos estamos listos para este reto y para construir un país próspero y justo.
¿Cómo enfrentará los retos del país?
Lo primero, no lo haré solo. Eso es importante que se sepa. Somos un equipo, yo salgo con el banderazo, pero aquí hay gente organizada, preparada, que tienen años trabajando para este momento.
Venezuela tiene dos grandes deudas: una financiera y otra social. La primera la enfrentaremos con expertos que pondrán orden y buscarán reducir la carga mediante acuerdos transparentes. Pero la prioridad absoluta será atender la deuda social: sacar a la gente de la miseria, garantizar servicios básicos, empleos dignos y una educación de calidad. Esa es la verdadera reconstrucción de la nación.
¿Cómo logrará esos objetivos?
Restaurando el Estado de Derecho. Las instituciones fuertes son el cimiento de todo lo demás. Sin separación de poderes, sin justicia, sin confianza en el sistema, cualquier esfuerzo será inútil. Debemos garantizar que las leyes sean respetadas y que las instituciones trabajen para todos, no para unos pocos.
¿Qué opina de quienes culpan a las sanciones por la crisis?
Decir que las sanciones son responsables de esta tragedia es una mentira. Esto es el resultado de un saqueo descomunal. La corrupción y el despilfarro destruyeron nuestras riquezas.
¿Cuál será su enfoque de lo que llamaríamos “Plan de Gobierno”?
Venezuela está en un momento histórico, enfrentando una crisis como pocas en su historia. La situación económica y social no se resolverá de la noche a la mañana, pero existe un plan, en el que estamos absolutamente conscientes de que no es posible hablar de recuperación si seguimos viendo niños desnutridos, familias sin agua potable o jóvenes que pierden años de educación.
En una sola línea ¿Cuál es la visión hacia la reconstrucción?
Vamos a reconstruir el Estado de derecho, recuperar la confianza en la justicia y garantizar que los recursos de la nación sean usados con transparencia para el beneficio de todos.
¿Cuánto tiempo se debe esperar para ver la transición?
No vamos a prometer milagros ni riquezas inmediatas, pero sí un plan ordenado y justo para reconstruir nuestra economía. Relanzaremos la industria petrolera con transparencia, impulsaremos la agricultura y la producción nacional, y daremos garantías a los inversionistas para que vuelvan a creer en Venezuela.
Suena fácil todo. ¿Es así?
Sabemos que no será fácil, pero también sabemos que somos capaces. Venezuela es un país lleno de talento, resiliencia y riqueza. Juntos, podemos reconstruir un país que nos devuelva la dignidad y el orgullo. Mi compromiso es liderar con honestidad y trabajar para que eso no sea un sueño sino una realidad.
¿Cómo lo recordarán los venezolanos?
Espero que me recuerden como el presidente que ayudó a reconciliar al país, que sentó las bases, en una transición, para un futuro mejor.