ESPECIAL
@DesdeLaHabana
Hay nuevos establecimientos que aparecen dispersos en el país, abastecidos con todo tipo de productos, pero sólo expenden en divisas
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LA HABANA - El parque Fe del Valle, ubicado en San Rafael y Galiano, en el corazón de La Habana, donde antaño estuvo enclavada la tienda El Encanto, delimita la frontera entre los cubanos afortunados con dólares y aquellos que comen cualquier cosa una vez al día y viven de lo que se cae del camión.
En las cinco cuadras que abarca el Boulevard de San Rafael, zona peatonal reconvertida en pasarela marginal, concurren ‘pingueros’ (hombres que se prostituyen), mendigos, niños que piden dinero o chicles a los escasos turistas, carteristas, vendedores ambulantes y jineteras baratas (prostitutas).
Allí usted puede comprar un nailon de galletas de soda robado la noche anterior de una empresa estatal, dos libras de arroz o un paquete de salchichas de origen desconocido. En Cuba la gente compra sin preguntar su procedencia.
Lo prohibido
Una prostituta conocida por el apodo de Boca Chula, sentada en el parque, que queda frente a Casalinda, tienda por dólares recientemente inaugurada, con su celular graba la fachada del inmueble donde una vez radicara uno de los más populares comercios habaneros, el Ten Cents de Galiano. Es que en el exterior de Casalinda una pantalla plana muestra productos que el 70 por ciento de los cubanos no pueden comprar.
“Dicen que hay de todo. Estoy reuniendo dólares, quiero comprarle a mi hijo un par de tenis y una bicicleta por el día de su cumpleaños. Para completar el dinero (el calzado cuesta alrededor de 40 dólares y la bici poco más de 90), necesito tirarme (acostarse) por lo menos a cinco o seis tipos. Si ligo un extranjero es más fácil. Pero los yumas están desaparecidos”, comenta Boca Chula.
El parque, desbordado de curiosos, es una especie de barrera de contención social. En una acera socialismo marxista disfuncional. En la otra, capitalismo oligárquico primitivo. La calle Galiano separa a los que tienen dólares de los que no manejan divisas. Fracciona la pobreza.
Los que cocinan con trozos de madera o con carbón y los que sus parientes al otro lado del charco les enviaron una hornilla de inducción. Los que poseen plantas eléctricas y los que no tienen siquiera velas para alumbrarse en los maratónicos apagones. No muy lejos de la nueva tienda dolarizada, encuentras adultos que parecen ancianos, que han perdido la dentadura por falta de atención médica o pésima alimentación y su esparcimiento consiste en beber ron casero de quinta categoría o ‘volarse’ con el químico, la droga de moda en Cuba.
Boca Chula llegó de una provincia oriental hace ocho meses. “Vivo en un cuarto hediondo, repleto de cucarachas. Las necesidades las hago en un cubo plástico. Pero al menos tengo refrigerador. Y pago solo 4 mil pesos mensuales (menos de 15 dólares) por estar en esa pocilga. Para cómo están los precios de alquiler en La Habana, entre 50 y 300 dólares, es una ganga”, indica Boca Chula.
Remberto vende granizados a 70 pesos frente a Casalinda. A su lado, en una mesa portátil, su esposa ofrece pan con minuta de pescado a 130 pesos. “De la acera de los ‘ricos’, pocos o ningunos cruzan la calle pa’ tomarse un granizado. Lo miran hasta con asco. Cuando tienes la posibilidad de comprar carne de res o lomo de cerdo importado de Estados Unidos, sientes repugnancia de la comida callejera, sobre todo si cerca existe un basurero desbordado de moscas”, expresa Remberto.
La involución
Diego, vendedor de ristras de ajos y cebollas en un pequeño agromercado aledaño al centro comercial en divisas, reconoce que “a Cuba, de revolución, solo le queda el nombre. Lo que vivimos es una involución. Cada día que pasa hay más limosneros en las calles, más putas y más gente pasando hambre. Es una vergüenza abrir tiendas en dólares en un país donde a la gente les pagan en pesos. Una falta de respeto a los que le trabajan al Estado o los jubilados que después de laborar 40 años su pensión no les alcanza ni para comprarse un cartón de huevos.”
Ni siquiera pan y arroz
“Con esas medidas el gobierno aumenta aún más las desigualdades. Es cierto, ninguna sociedad es pareja. Siempre habrá ricos, clase media y pobres. Pero que la gente no tenga ni pan ni arroz es algo que solo pasa en Somalia o en Haití. Cuando esto se caiga o haya una protesta importante, como la del 11 de julio de 2021, el pueblo va a saquear esas tiendas”, acota Remberto.
Gustavo, economista, considera que la “dolarización parcial, como la llama el gobierno, está mal implementada. Para que la dolarización funcione se necesitan ciertos requerimientos que no cumple el colapsado modelo económico cubano, como liberar la economía, desatar las fuerzas productivas y privatizar cientos de empresas estatales ruinosas. Dolarizar solo la venta de bienes que el pueblo no puede adquirir con pesos, más que un insulto a los ciudadanos es un error estratégico de los operadores políticos. Dolarizan la venta de mercancías, para obtener ganancias entre el 240% al 300%, pero no dolarizan los salarios. Es un plan de corte feudal. Intentan ordeñar la mayor cantidad de divisas posibles que luego no se revierten en la construcción de viviendas o en mejorar la educación y la salud pública. Es un método que comenzó hace 32 años con Fidel Castro. Y no funcionó. Ni va a funcionar".
"Esa dolarización ya está impactando en el bolsillo de los cubanos más pobres. El euro se cotiza a más de 380 pesos y el dólar a 365 en el mercado informal. Y la tendencia es a subir. En el verano es muy probable que ronde los 400 o 450 pesos, porque habrá más demanda de divisas tanto para emigrar como para alimentarse y comprar bienes de primera necesidad. A eso se añade que, según datos de economistas residentes en Estados Unidos, la entrada de remesas cayó de 3 mil millones dólares hace seis años a menos de mil en la actualidad. Los precios de los alimentos han subido y seguirán subiendo”, vaticina el economista habanero.
En 2024, el 89% de la población en la Isla vivía en la extrema pobreza, en 2025 la cifra puede superar el 90%. Esos mercados en divisas -la dictadura planean abrir más de 200 en todo el país- son una especie de zonas prohibidas. Un auténtico apartheid para la mayoría de los cubanos.
Precios abusivos
Gisela, maestra jubilada, comenta que luego de hacer una cola de casi una hora “pude entrar al antiguo Ten Cents de Galiano, que según se rumora es un negocio vinculado a Paolo, el marido italiano de la ‘princesa’ Mariela Castro. Por dentro parece otro país. Todo pintado de azul, muy iluminado, limpio y el aire acondicionado a full. Los precios son abusivos. Personas que reciben dólares me comentaron que es más barato comprar en MIPYMES o en el mercado negro que en Casalinda. Yo me sentía como la cucarachita Martina. La hija de una vecina que vive en Miami me envió 20 dólares. No sabía lo que iba a comprar. Es que necesito de todo. Comida, aseo, utensilios de cocina, juguetes para mis nietos... Al final compré dos kilogramos de carne de cerdo deshuesada, un par de chancletas para mi nieta, dos jugueticos y unas confituras. Salí más deprimida que cuando entré”.
Boca Chula, la jinetera que hace ocho meses llegó en tren a La Habana, donde intenta cambiar su suerte, cruza la calle y con sus dos manos pega el rostro en la vidriera. “Lo que veo es que hay más gente mirando que comprando”, dice. Diego, el empleado del agromercado, opina que “las tiendas en dólares aumentarán aún más el descontento social. El gobierno está jugando con fuego. Y puede quemarse”.