sábado 22  de  febrero 2025
AMÉRICA LATINA

Cubanos viven al límite y se preguntan hasta cuándo

Tras 66 años de una estricta dictadura, el país no logra ver la luz al final del túnel atado a un sistema económico estéril que no es capaz ni de producir azúcar

Diario las Américas | IVÁN GARCÍA
Por IVÁN GARCÍA

ESPECIAL

LA HABANA.- En algún momento de la primavera de 2023 en Cuba, Marcelo, 65 años, sintió que las penurias lo desbordaban. No se acostumbró a tener la billetera vacía y comer una vez al día un pan con cualquier cosa. Se sentaba en short y camiseta a recordar el pasado en el portal de un caserón desvencijado en la ruidosa Calzada de Diez de Octubre, en la barriada habanera de La Víbora. Siempre vivió al margen de las leyes del régimen.

Vendió botellas de vino casero, organizaba fiestas clandestinas con música norteamericana a 10 pesos la entrada (50 centavos de dólar) y fue dueño de un casino ilegal, conocido en Cuba como burle, el más famoso de la zona. Era practicante de la religión afrocubana. Tenía un lema: “En la vida es mejor dar que recibir”. Ayudaba a cualquier persona. La gente del barrio aun lo recuerda con su gorra de béisbol bebiendo cerveza y regalándole dinero a un mendigo o comprándoles toda la mercancía a los vendedores ambulantes.

“Yo le cazaba la hora. Y cuando se sentaba en el portal, pasaba con mi lata de maní tostado y el Marce, como le decían, me compraba todos los cucuruchos. Los necesitados le pedían dinero o comida. Y varias veces vi a madres desesperadas pedirle dinero para comprar un medicamento, ropa o zapatos a sus hijos. Era un tipo de oro”, recuerda Octavio, que en estos tiempos duros sobrevive vendiendo pomos de cloro.

Cuando Marcelo iba a almorzar o tomar cerveza invitaba a media docena de amigos. Los meseros se fajaban entre ellos para atenderlo por las generosas propinas que dejaba. En un día malo podía ganar 5.000 pesos cubanos (unos 200 dólares entonces). Un derrame cerebral, que le paralizó la mitad de su cuerpo, fue el principio del fin en la vida de Marcelo. Con la llegada de la pandemia y la desastrosa Tarea Ordenamiento que disparó la inflación y redobló la feroz crisis multisistémica en la Isla, el casino clandestino cerró.

Las opciones para mantener a su hija y su nieto era vender pacotillas baratas en un sillón de ruedas o que la asistencia social le diera un permiso para comer un sancocho infame en comedores estatales que atienden a personas vulnerables. Como su negocio era ilegal, nunca guardó un peso en el banco. Vivía al filo de la navaja. Cuando la crisis económica comenzó a agudizarse, al punto que comer un panecillo insulso de 60 gramos era un lujo, Marcelo optó por la muerte.

Dejó de ingerir alimentos y tiró al cesto de basura los medicamentos para controlar la hipertensión arterial que le compraban sus amigos.

“Esta gente (la dictadura) va a terminar por sepultar al pueblo cubano. Dios los va a castigar”, decía Marcelo.

Barbudo y sucio se tiró en una cama y no se levantó más. Murió pobre y olvidado en el verano de 2023. Solo lo velaron su hija y unos pocos amigos.

Más

Antes que se agravara la última crisis económica -desde que Castro llegó al poder en 1959 las crisis en la Isla son cíclicas- Nuria, ingeniera, madre de dos hijos y residente en la provincia Santiago de Cuba, recuerda que, a ella, su madre y sus hijos nunca les faltó el desayuno, almuerzo y comida.

“El panorama no era como para tirar cohetes. En Cuba el pueblo siempre ha caminado por encima del alambre. Ha predominado la escasez y el disparate de los dirigentes políticos. Pero comerse un plato de arroz con frijoles y un bistec de puerco no era un lujo”, aseguró Nuria.

“Hace seis años, para aliviar el calor, solía hacer limonada por las noches. El limón se daba silvestre. Ahora una libra cuesta de 800 pesos (33 dólares). Y me pregunto dónde se habrán metidos los limones y el azúcar, que durante siglos fue el orgullo de la nación”, añadió.

Hablando de azúcar, según el medio independiente 14ymedio, el secreto mejor guardado por la dictadura verde olivo se ha colado por una estrecha rendija. La zafra azucarera 2023-2024 fue, prácticamente, la defunción del azúcar en Cuba, con una producción de apenas 160.000 toneladas. Insuficiente siquiera para satisfacer las 600.000 toneladas que demanda el consumo interno.

“Pero no solo es azúcar, que cuesta la libra entre 600 y 800 pesos (25 a 33 dóalres), al déficit súmale los medicamentos, el transporte, los alimentos, apagones de 15 y 20 horas diarias, entre otras penurias de una larga lista. Los gobernantes hace rato que sobran”, afirma Nuria y cuenta que hace siete años, con su salario de 1,745 pesos (72 dólares), "mantenía la casa, y aunque vivíamos sin lujos, la comida y la medicinas no eran un problema. Ahora, hemos tenido que vender hasta las reliquias familiares para poder comer. Si fuera más joven me hubiera tenido que prostituir”.

Luego de pedalear durante 10 horas en una vieja bicicleta china, Yordanis, técnico medio en contabilidad, residente en la provincia Pinar del Río, al oeste de La Habana, llega devastado a su casa, una choza de tablas y trozos de zinc con una parte del techo cubierta por una lona que anuncia la cerveza Cristal.

“He pensado seriamente en matarme. Si tuviera una pistola hubiera hecho una locura. Tengo una rabia tremenda. Es como un fuego que no se puede apagar. Si no me he suicidado es por mis tres hijos que dependen de mí. Pero esto que tenemos actualmente no es vida. El pasado lunes el apagón en mi pueblo fue de 22 horas. Dos horas con electricidad y volvieron a quitarla. El pueblo cubano ya no aguanta más”, señaló.

“Para ir a trabajar tengo que recorrer un total de 10 kilómetros en bicicleta. El transporte público no existe. Las personas de la tercera edad se están muriendo en la zona antes de cumplir 70 años por falta de tratamientos médicos. Y cuando fallecen, no hay siquiera un ataúd ni un carro fúnebre. Los envuelven en sábanas y así los están enterrando. Los campos agrícolas están abandonados, casi nadie quiere trabajar la tierra. Sobran los jefes y el plan de gobierno es ordeñar los dólares para seguir robando y mantenerse en el poder”, se queja Yordanis.

Borracho, drogado

Liam, 14 años, dejó la escuela en octavo grado para trabajar de ayudante en una panadería y ayudar a su familia: “Mi papá está preso y mi mamá lava para la calle y cuida personas mayores. Tengo dos hermanos menores. He vendido cigarros, ropa importada y viandas en una carretilla. Ahora, después de trabajar un montón de horas, al menos llevo pan para la casa. También vendo pan y con ese dinero compro comida”.

En su tiempo libre, Líam va con un amigo a ver la Champion League en el otrora reconocido restaurante Polinesio, al costado del hotel Habana Libre. Quince años atrás, el lugar era famoso por su pollo a la barbacoa. Hoy es una taberna oscura con olor a humedad. Por las tardes venden cerveza y grupos de jóvenes van a beber alcohol y ver los partidos del Real Madrid o el Barcelona.

Liam a veces liga una jevita, y en ocasiones, a un yuma que le gustan los muchachitos. "Aprovechando la oscuridad, nos metemos un prajo de enfory (marihuana) o nos damos dos o tres papelazos del kímico”, la droga sintética de moda en La Habana de noche.

Su sueño es emigrar. “Preferentemente a Miami, por los rascacielos y las playas. O a Madrid, por el estadio Santiago Bernabeu, donde juega mi equipo. Aunque me iría a vivir hasta pa’Haiti. Este país es insoportable. Solo borracho o endrogao se puede aguantar”, asegura Liam.

Eliannis Ramírez, la madre del niño Damir Ortiz, quien sufre Neurofibromatosis plexiforme tipo 1, una rara enfermedad que hace aparecer tumores en su cuerpo, luego de tener que buscar por su cuenta los medicamentos y hasta las jeringuillas que necesitaba su hijo, tras sus protestas en las redes sociales y gestiones para que la Embajada de Estados Unidos en La Habana le otorgara visa humanitaria, la dictadura decidió poner en marcha su maquinaria propagandística y acallar las críticas dentro y fuera de la Isla.

Damir fue trasladado la semana pasada al Instituto de Neurología y Neurocirugía bajo la custodia de agentes de la Seguridad del Estado. En estos momentos recibe atención de primera calidad, la misma que los servicios sanitarios del régimen ofrece a los pacientes extranjeros que pueden costearlas.

Un pariente de Eliannis aclara que “la única forma que tuvo ella fue armar tremendo jaleo y llamar la atención en las redes sociales. Cuando su caso comenzó a sonar, los descarados del gobierno intervinieron para lavarse la cara y aparecer como gente buena y responsable. Pero todo el mundo sabe de la pata que cojean. Tienen al pueblo a buchitos de agua, dándole patadas por el culo”.

La gran mayoría de los cubanos está al límite. Las duras condiciones de vida impuesta por el castrismo desde hace 66 años los superan. La pregunta que se hacen todos es hasta cuándo.

¡Recibe las últimas noticias en tus propias manos!

Descarga LA APP

Deja tu comentario

Te puede interesar