LA HABANA.- En el pequeño templo incrustado en la intersección de las calles Revolución y Lagueruela, en el reparto Sevillano, municipio Diez de Octubre a 25 minutos del centro de La Habana, poco después de las ocho de la mañana un grupo de feligreses espera que abra sus puertas para asistir a la misa del Domingo de Resurrección. Yesenia, ingeniera y madre de dos hijos, cree que en tiempos de crisis, más que nunca, las personas deben refugiarse en Dios. Cuarenta años atrás sus padres apoyaban el proceso totalitario instaurado por Fidel Castro, lo que generó altercados y divisiones familiares.
“Crecí en medio de una tormenta. Mi papá no le hablaba a su hermano que se había marchado a Estados Unidos. Mencionar su nombre en la casa era un sacrilegio. Para mis padres, Fidel era infalible. Estaba por encima del bien o el mal. El fanatismo político en mi familia impedía un diálogo civilizado donde cada cual expusiera sus diferencias. Fidel impuso la lealtad al gobierno y nunca le importó la estabilidad y la unión de las familias".
"Desde que era pionera me contaban que la iglesia era el opio del pueblo y debíamos ser implacables con los enemigos de la revolución. A los que se marchaban del país se les tildaba de gusanos. Los que pensaban diferentes eran pequeños burgueses, flojos, contrarrevolucionarios. Me enseñaron que la sociedad capitalista era lo peor y el futuro pertenecía por entero al comunismo. La desaparición de la URSS desmontó el mito. Por mucho que nos adoctrinaran, la gente no era tonta y veíamos que la ropa, electrodomésticos y los autos capitalistas eran de mejor calidad y diseño que los socialistas y las tiendas estaban desbordadas de mercancías”.
“Los primeros que sufrieron una crisis existencial fueron mis padres. Su hermano y otros parientes que vivían en ‘las extrañas del monstruo’ trajeron la reconciliación. Mi tío falleció hace dos años y desde los alimentos hasta las medicinas se lo enviaba a nuestra familia desde Estados Unidos. Asistir a la iglesia me trajo paz interior. Si queremos superar en el futuro esa fractura social creada por un gobierno que no les importa sus ciudadanos, debemos saber perdonar, tanto en una orilla como en otra”, reconoce Yesenia.
Cuando usted le pregunta cuál es la Cuba que desea, medita un par de segundos antes de contestar. “Ya este modelo político no tiene sentido. No es capitalismo ni socialismo. Son personas que pretenden enriquecerse. El cambio va a llegar inexorablemente. Los que cometieron delitos deben ser enjuiciados en tribunales imparciales. Tendremos libertades políticas y económicas, elecciones libres y libertad de expresión”, responde Yesenia.
Lianet, vendedora de rositas de maíz en el portal del antiguo cine Radiocentro, hoy Yara, en 23 y L, Vedado, encoge sus hombros y pone cara de incredulidad cuando se le pide su punto de vista sobre el futuro del país. “Lo primero es apartar el odio. Hay demasiado resentimiento entre los cubanos. Se culpan unos a los otros. Y todos tenemos un poco de culpa del desastre actual, pero los mayores culpables son los gobernantes, que debieran renunciar. Y entre todos los cubanos reconstruir la nación. A mí me da lo mismo que sean de derecha o izquierda. Lo que quiero que hayan libertades y oportunidades para todos”.
Sergio, licenciado en ciencias políticas, no cree que en el futuro “surjan diferencias irreconciliables. Aunque las redes sociales muestran la existencia de grandes antagonismos, porque hay familias que, con todo su derecho, reclaman justicia. El régimen les fusiló a un pariente o les confiscó sus propiedades, sin contar que la narrativa oficial hacia los cubanos que se marcharon fue muy agresiva. Pero la sangre no llegará al río".
"Prevalecerá el sentido común. La experiencia política de muchos cubanos en Estados Unidos me permite visualizar una sociedad liberal, con un capitalismo social, libertades políticas y económicas y una emigración circular entre Cuba y Estados Unidos. Habrá personas que trabajen una semana en Miami y descansen el fin de semana en su casa de La Habana. El relato del odio no va a predominar. No influyó después de la guerra contra España, a pesar de los miles de muertos tras la criminal reconcentración de Valeriano Weyler. Cuatro años después de esa matanza se favoreció la entrada a Cuba de inmigrantes españoles, incluidos aquéllos que combatieron en contra de los mambises, como el padre de Fidel Castro”.
“Los cubanos no odian a Estados Unidos, eso es un discurso inventado por el régimen. Al contrario, la mayoría de los cubanos tiene a Estados Unidos como el destino favorito para emigrar. La cultura y modo de vida estadounidense le gusta a amplios sectores de la sociedad cubana. La prioridad debe ser la instauración de una democracia blindada a tendencias políticas nocivas. Un Estado pequeño, eficiente y transparente, con tribunales independientes, multipartidismo y libertad de prensa. Los problemas más graves no serán de índole política o económica, serán en rescatar la sociedad civil y recuperar los valores morales y éticos de la ciudadanía. Eso demorará más tiempo", asevera Sergio.
A 19 personas (familiares, amigos, vecinos y conocidos), Diario Las Américas les preguntó qué modelo de país prefieren. Dieciséis dijeron que un capitalismo moderno, enfocado en el turismo, la exportación de servicios, de minerales como el níquel y cobalto y una agricultura moderna. Tres apostaron por la socialdemocracia como en España o por un sistema democrático al estilo de Suiza, Noruega, Finlandia y Dinamarca.
“No sé si será posible. Cómo decía el senador Orestes Ferrara en la década de 1940, tendríamos que exportar a los suizos. De lo que si estoy convencido es que con libertad y democracia, Cuba sería un país similar a Uruguay o Costa Rica. O mejor”, respondió Noel, profesor jubilado.
Por su parte Elaine, estudiante universitaria, considera que una prioridad en un gobierno socialdemócrata, sería "recuperar la industria azucarera, tabacalera y ganadera y potenciar la industria del software y la biotecnología. También, establecer fábricas y ensambladoras de compañías estadounidenses en la isla. Eso nos permitiría un desarrollo y un futuro que ahora no tenemos".
Niorvis, partidario de establecer en Cuba un modelo al estilo suizo o nórdico, es emprendedor privado. En su opinión, “lo más preocupante será buscar soluciones al envejecimiento, pues dentro de seis años alcanzará al 30 por ciento de la población. Habrá que diseñar estrategias para atraer a los cubanos que emigraron, porque vamos a carecer de mano de trabajo. No me preocupa el futuro. Un amigo siempre me decía que el comunismo demora cien años en aplicarse y nunca funciona. Pero que el capitalismo se aprende en diez minutos. En Cuba sucederá lo mismo”.
Ana María, trabajadora social, considera que “el altruismo y la solidaridad serán claves para potenciar una sociedad civil autónoma. Ya se está viendo. Grupos o personas independientes, dentro y fuera de la isla, que ayudan a personas desvalidas y que niños con graves enfermedades reciban asistencia médica en España y Estados Unidos. Por encima de actitudes egoístas, la violencia y la vulgaridad, en las redes sociales se localizan grupos comunitarios y religiosos que auxilian a familias que han perdido sus viviendas. Muchos cubanos han aprendido a vivir sin el apoyo del Estado”.
Norberto, jubilado de 65 años, no es tan optimista. Cada día se pregunta cuánto más habrá que esperar para ver un cambio en la Isla. “Soñar es gratis. No veo de qué forma está gente (el régimen) dejará el poder por las buenas. Y la mayoría de los cubanos que viven en el exterior no tienen planes de regresar y comenzar de cero. Cuba está más cerca de ser como Haití que parecerse a República Dominicana. Ojalá me equivoque”.